Comentario 3×3
Por Benjamín Fernández Bogado
El racismo es uno de los grandes problemas mundiales, y la manifestación en todo el mundo, en sus principales capitales, demuestra de qué forma está instalado en la conciencia de muchos el desprecio hacia el extranjero, hacia el diferente, hacia el que tiene un color distinto.
Eso volvió a agitarse en Minneapolis con el asesinato del joven negro Floyd y que ahora tiene un cuestionamiento de carácter político al que Trump le quiere bajar los decibeles afirmando de que no son más que manifestantes movidos por la ira hacia su modelo de gobierno. En realidad el problema de las cosas que uno desprecia como sociedad están instalados por procesos culturales mucho más intensos y de más larga data que la cuestión de ser reelecto o no. En el Paraguay, por ejemplo, las personas corruptas no son mal vistas a pesar de que la corrupción se diga que es una de las peores cosas que tenemos en términos sociales.
El ladrón más o menos es despreciado, el asesino sí, pero cuando observa a qué uno repudia y qué es lo que no le gusta dentro de su sociedad, es ahí donde medimos los grados de adhesión o de repulsa hacia grupos de personas o actitudes que realizan ellas ante la sociedad. En el mundo del racismo también está instalado muchos de los prejuicios y de la falta de educación, con los cuales también hay que lidiar durante mucho tiempo para lograr desarmar esos espíritus y construir una sociedad más armónica y más tolerante.