Las FARC, una de las guerrillas más sanguinarias de la historia, ha sido retirada de la lista de grupos terroristas extranjeros por decisión del presidente Joe Biden. Estados Unidos ha justificado esta decisión histórica basándose en el hecho de que las FARC son ya una organización extinta, y que, en consecuencia, no existe como corporación dedicada a actividades terroristas. En otras palabras, no son las FARC el peligro a quien perseguir sino dos disidencias de la disuelta guerrilla. Sin embargo, la decisión no deja de ser una cuestión difícil de comprender. ¿Qué gana Biden, América Latina y el mundo con esta decisión?
Por un lado, la decisión de Biden quita del imaginario colectivo el recuerdo de una organización terrible y diabólica por su flagrante violación de derechos humanos. Además, hace posible que Washington apoye económicamente con mayor facilidad el acuerdo de paz firmado en el 2016 entre el Gobierno colombiano del presidente Santos y las FARC de Timochenko en Cartagena de Indias. Pero, sobre todo, y es el punto más delicado, la decisión de Biden afecta negativamente a la estabilidad y seguridad de Colombia, ya que proporcionará a los terroristas de las FARC, presuntamente desmovilizados, una mayor capacidad de recursos financieros y acceso a financiación internacional fruto de la legitimidad que le acaba de conceder el presidente de los Estados Unidos.
Ante el escándalo que ha supuesto esta decisión, la diplomacia estadounidense ha querido aclarar que la decisión de Biden no cambia la postura de Estados Unidos respecto a “cualquier imputación o posible imputación contra exlíderes de las FARC, incluidos delitos de narcotráfico y los crímenes de lesa humanidad». Sería de enorme interés para la opinión pública paraguaya que el embajador de Estados Unidos en Paraguay, Marc Ostfield, explicara la incomprensible decisión de Biden que implica, indirectamente, un lavado de imagen de una guerrilla responsable de un conflicto cuyas consecuencias son sobrecogedoras: más de 250.000 muertos y 80.000 desaparecidos. Y dos grupos guerrilleros, hijos de las FARC, han prometido continuar este sanguinario, brutal y bestial legado.