Los mejores alumnos de la secundaria naufragaron en una prueba sencilla que se hizo en estos días para ingresar a un programa de becas de Itaipú. Con ese dinero le estaban pagando la universidad a los 6.200 jóvenes que se inscribieron, pero se presentaron solo 4.200 y de esa cantidad sólo un 38% pudo alcanzar el promedio de notas, se tuvo que bajar incluso el porcentaje para que pudieran alcanzar ese monto.
Esto demuestra que nuestra educación está por los suelos y que, cuando se trata de circunstancias de este tipo, se comprueba que algo venimos haciendo muy mal en la escuela primaria y secundaria.
La otra cuestión, no todos nuestros jóvenes están listos para ingresar a la universidad, tendríamos que tener la capacidad de decirles que hay otras alternativas de formación que no son necesariamente enderezadas hacia la universidad, que el programa académico no brinda las posibilidades para que un alumno de la secundaria ingrese directamente a la universidad si no pasa por un largo procedimiento de cursillos que van nivelando los conocimientos y capacidades.
Es como si tuviéramos un vagón desenganchado de la locomotora, que en este caso es la educación universitaria. El fracaso de nuestros estudiantes es también el fracaso colectivo de la sociedad paraguaya, algo que debe dolerle mucho a los maestros, los padres y, por qué no, a los propios jóvenes que se han visto defraudados por una formación que creía que era la mejor, porque se presentaron los que tenían promedio de 4 para arriba en los exámenes de Itaipú, pero ni ellos pudieron pasar en competencia lo que les estaban solicitando.
Grave situación, grave retroceso en todos los campos y este no es un problema de la pandemia, es un problema de hace mucho tiempo.
Cortesía de Juntos por la Educación