Los clérigos han hablado durante este tiempo del perdón, de la necesidad de poder colocar a la familia en el centro de la vida social paraguaya y mundial, se han referido a esto nuestros pastores y también el Papa, quien ha dicho que -entre otras cosas- debíamos recobrar el diálogo de la familia que ha sido cortado por el diálogo con el teléfono celular o quienes se encuentran conectados al sistema.
Es evidente que uno de los grandes perdedores de este proceso de tecnologización en el país ha sido no sólo la familia sino la interacción con el otro. Debemos volver a enseñar a relacionarnos con el de al lado, volver a enseñar a cómo se hacen los diálogos mirando a los ojos, viviendo los gestos, buscando momentos en los que uno pudiera -incluso en soledad- estar no solamente produciendo hechos artísticos novedosos y trascendentes como alguna obra literaria, sino también para dialogar y conversar con uno mismo y tratar de encontrar respuestas a aquellas cosas que no nos permite la tecnología porque nos distrae o porque nos lleva a otros territorios que no son necesariamente los que nos permitan una mirada de introducción más profunda.
Debemos también destacar la necesidad de que no hay sociedad humana posible sin el desarrollo del diálogo, como tampoco es posible alcanzar el consenso sin haber desarrollado el diálogo durante mucho tiempo y haber ejercitado la única condición que nos separa de forma distinta con los animales.
Hay que recuperar la relación interpersonal, la conversación con el de al lado y no la evasión y no el aislamiento que ha sido la característica de todos estos tiempos nuevos.
