El hurrerismo es una de las aptitudes que se tiene en cuenta para encajar en los cargos públicos.
En tal sentido, lejos quedan: el patriotismo, la ética, la entereza y la esencia de ser servidores públicos, pues en la mayoría de los casos, deben responder a sus amos, a sus líderes políticos. Existe una gran diferencia entre lo que significa “lealtad” y “ser un esclavo”, el formar parte de una masa, de responder a toda una estructura viciosa según los antojos de sus líderes, sobrepasando los límites de la ética y de la moral, como si éstos fueran los dueños de las instituciones del estado.
Están saliendo al “tapete” a través de los medios de comunicaciones las negociaciones, alianzas, conspiraciones y el acomodo, otros cuantos van mudándose de barco en barco, según les convenga, tantas denuncias que fueron difundidas, en que deben recaudar para sus líderes, a cambio de mantener sus puestos.
El ser “hurrero” además de dar alabanzas, andar como perros falderos, y chismosos, campean en sus entornos y reportan todo lo que ocurre a sus líderes, se valen de una violencia camuflada, una raza algo peculiar como principal profesión de perros falderos con la función de morder a otros. A este tipo de personas, se lo confunde como activistas en la política; sin embargo, en la mayoría de los casos se mueven para alimentar el bolsillo y el ego de sus amos.
Tanto hombres y mujeres , campean en el hurrerismo en las instituciones públicas, una mala práctica y viciosa que desvirtúa los fines políticos, atentando contra la democracia de un país, un roba valores, que pisotea la dignidad de las personas, y que impide la lucha contra la corrupción.