Un país que, sus actores jurídicos, no hacen lo mínimo para resguardar la credibilidad hacia ellos con fallos coherentes, previsibles y no rayando lo absurdo, como el caso del cura que acoso a una mujer y salió absuelto, no puede pedir que lleguemos a grado de inversión y esperar que vengan inversionistas serios a apostar por el país. Algo raro y muy poco común paso la semana pasada con el caso de la Activista cívica, María Esther Roa.
¿En qué momento se jodio la justicia en el Paraguay? Esa pregunta me la hago permanentemente al escuchar historias de señores de antes, Karai Guazu, que fungían de juez de paz, por ejemplo, y que una palabra servía para sellar acuerdos, pactos y encontrar soluciones a problemas que se respetaban como si fueran ley. Está en nuestra matriz cultural ser íntegros, dignos y probos. Debemos de forma urgente volver a rescatar esos valores.
Mucho se dice que el nivel de la justicia en el Paraguay va de la mano de la mala formación de los actores del sistema de justicia, pero yo diría que aparte de eso, es también la politización que ha podrido los niveles de independencia a sus actores por haberse acostado con los distintos gobiernos, a lo largo de estos más de 30 años de democracia, revolcándose en la lujuria de lo incorrecto y hasta apañando actos inmorales que a simple viste demostraba su contubernio hacia lo torcido sin ser sancionado.
Por más cooperación internacional que venga a querer ayudar a mejorar el sistema de justicia, si no se trabaja en limpiar de corruptos, malhechores, inescrupulosos y oportunistas, será dinero desperdiciados en costosas consultorías, grandes coloquios para debatir lo de siempre y pagar bocaditos, aplicaciones informáticas e impresos, que no sirven para nada.
Si queremos volver a tener una justicia como las historias que nos cuentan nuestros padres y abuelos, es hora de pulverizar, como dijo una vez un ex presidente, las alimañas que vienen pudriendo hace décadas el sistema. Solo de esa forma podremos empezar a ser un país soberano, independiente y con estado de derecho. Mientras, no nos indignemos y “rasguemos las vestiduras” cuando la justicia internacional nos pone en regla… porque lastimosamente, así como estamos, solo vamos camino a que nos intervengan cada vez más.