La confianza es el recurso y valor más importante en las relaciones humanas, y todavía lo es mucho más en el manejo de los recursos financieros.
El Paraguay sufrió una grave crisis de desconfianza hacia los bancos en el 1995 que se prolongó hasta el 2021. Aquella oportunidad fue el momento propicio para que crecieran en volumen y en cantidades las llamadas cooperativas de ahorro y crédito. Muchas de ellas han tenido la confianza de personas que han colocado sus recursos en dichas cooperativas para obtener préstamos más baratos y asequibles a sus ideales e intereses.
Ahora estamos ante una crisis con la Cooperativa San Cristóbal -una de las cinco grandes del mercado paraguayo- en donde se permitió que una persona como Juan Carlos Ozorio tomará dicha cooperativa como algo particular y personal, y no como el administrador de los recursos de todos. Un montón de gente está retirando sus recursos porque no creen que la confianza siga siendo igual que antes, o al menos no tuvieron tan poco -los miembros de la cooperativa- la capacidad de rebelarse contra el manejo discrecional prebendario y clientelista que mantenía Ozorio como fórmula dentro de dicha cooperativa.
Ahora pueden ser las primeras víctimas; las cooperativas -como los partidos políticos- requieren de la participación de la gente, que es la característica central de la democracia. Si un miembro de una Cooperativa no participa de forma crítica y no hace que realmente aquello que tenga que ser controlado se ejecute, es también probable que tenga que enfrentarse a situaciones de pérdida de confianza y de recursos económicos.
Hay que recuperar el activismo de las personas, especialmente cuando se trata del dinero de uno puesto en una cooperativa.