Impedir la normalidad es una forma de protestar por la suba del costo de vida o de los combustibles. Bajo la figura del bloqueo se cierran rutas, avenidas o viaductos y se perjudica la vida normal de muchos. Es para ellos la única manera de conseguir captar la atención del gobierno porque la medida irrita a todos.
La palabra bloqueo en nuestras vidas nos golpea y nos afecta pero sirve para llamar la atención de algo que nos irrita o nos molesta. Hoy nos toca a los ciudadanos experimentar bloqueos reiterados que sirven para llamar la atención sobre lo que nos irrita aunque en el camino nos perjudique a todos. No hay respuesta del gobierno lo que hace que vamos a una marzo caliente cómo se han dado en años anteriores.
Toda persona que busque llegar a su destino con normalidad debe cargar los costos de los bloqueos con mucho costo en tiempo y dinero. Los actores políticos deben corresponderse con los mandatos constitucionales de libre circulación de las personas y al mismo tiempo escuchar los reclamos y responder de forma eficiente. Si no lo hace pagamos los costos de una realidad cada vez más difícil de sobrellevar y además el mal rato de esperar se levanten los bloqueos de calles y rutas. Estamos saliendo de la pandemia del covid que nos bloqueó por más de dos años y ahora padecemos los de un tránsito anormal.
No solo los trabajadores del volante en Paraguay sufren las consecuencias del bloqueo sino toda persona que realiza diferentes tipos de gestiones cotidianas. La inflación que produce un incremento en el valor de servicios y productos es el argumento central del bloqueo. Hay que desbloquear del gobierno de su codicia e incompetencia para evitar que las reacciones ciudadanas de bloqueo nos impidan producir en estos tiempos difíciles y complejos para todos.