Una asambleíta más o menos no cambia el mapa político continental
América está cruzada por un debate sobre quienes irán o no a la cumbre continental de Los Angeles de junio próximo. La agenda de participantes la maneja Joe Biden, quien desde el arranque puso en claro que no están invitadas Venezuela, Cuba y Nicaragua. Esta decisión fue un parteaguas. De inmediato se alinearon algunos gobiernos encabezados por México cuyo presidente advirtió que sólo asistiría si al evento son convidados Daniel Ortega de Nicaragua, Nicolás Maduro de Venezuela y Miguel Diaz-Canel de Cuba. A partir de allí se abrió una polémica que retrotrae al continente a los fundamentos que dieron origen a esta reunión de presidentes.
En enero de 1994, el Presidente Bill Clinton propuso organizar una cumbre presidencial con el fin de discutir los siguientes temas: Principios y valores democráticos, fortalecimiento de las instituciones, estrategias comunes para la consolidación de la democracia a fin de asegurar sus beneficios, avanzar en las reformas económicas y lograr el fortalecimiento de instituciones hemisféricas existentes. Los impulsores de la idea pusieron en claro que el objetivo siempre ha sido llegar a un entendimiento general sobre principios políticos y económicos basados en las doctrinas de democracia y economía de mercado a fin de perfeccionar la cooperación política y la integración económica.
Durante los 28 años de debate que llevan las ocho cumbres realizadas hasta ahora, Cuba sigue siendo la dictadura más longeva del continente, Venezuela no ha hecho más que profundizar su deterioro institucional durante los Gobiernos de Hugo Chavez y Nicolás Maduro y Nicaragua se ha convertido en una sanguinaria tiranía que encarcela opositores, censura medios de comunicación y clausura organizaciones de la sociedad civil, entre ellas, oenegés dedicadas a la defensa de los derechos humanos. Los tres países comparten hoy formas de gobierno totalitarias, economías intervenidas por el Estado, ausencia de libertad de prensa y encarcelamiento de políticos de la oposición. En los tres, además, la justicia responde al caudillo político, las elecciones son digitadas desde el Gobierno y los partidos políticos no oficialistas han sido colonizados por el poder dominante.
Una cumbre más no va a cambiar el panorama. En todo caso, será una protocolar pérdida de tiempo, con o sin asistencia de las tres dictaduras que enlutan el continente.