La democracia es un sistema político que hay que cuidarlo de manera permanente y constante, y requiere una gran participación ciudadana de aquellos que realmente crean que es importante llevarlo adelante con una convicción en que el Gobierno electo responderá a los intereses -no sólo de la mayoría- sino de todo un país que confía en ellos.
En este momento podríamos decir que hay varios peligros que corre nuestra democracia, por un lado, el incremento del poder de actores que están entrelazados con los intereses dañinos a la democracia, que van desde el crimen organizado, el narcotráfico, el contrabando, los que van comprando las instituciones públicas para sus intereses y que finalmente terminan agravando la situación de un país que no tiene salidas democráticas y debe recurrir a opciones y alternativas autoritarias para volver a barajar de nuevo la vieja historia de América Latina.
Por un par de pasos hay dos que se retroceden posteriormente, y no logramos avanzar como debiéramos en un continente con unas expectativas y potencialidades enormes, cuya clase política no está a la altura de las circunstancias.
La democracia del cuidado, del respeto a las normas, de la gravitación del poder ciudadano en su voto, tiene que ser una acción constante y permanente de todos los días para que realmente el sistema político, el menos malo de todos, termine aquerenciándose entre nosotros.