Hace 21 meses que 74 familias soportan el abandono municipal
Vienen visitas y hay que acomodar la casa. Asunción es sede de un evento deportivo así que hay que ocultar todo lo feo bajo la alfombra. Vaya una novedad. Stroessner también lo hacía mandando a guardar mendigos y buhoneros con cada fiesta importante en la que él se pavoneaba desde su palco de la Avenida Mariscal López, que solía compartir con algún personaje de campanillas de los alrededores, mientras desfilaban las simétricas falanges del Colegio Militar, marinos e infantería. Nada nuevo bajo el sol.
¿Tan superficiales somos que nos importa más lo que piensa la gente de nosotros en lugar de importarnos lo que somos en realidad? El país recibió, sólo en abril de este año, unos 20.000 turistas que, al ingresar por Falcón o el Aeropuerto Internacional, tuvieron como destino obligado Asunción. Siguiendo esta primaria forma de pensar, todos ellos deben haberse impresionado bastante porque la ciudad presenta de ordinario un feo panorama de campamento de refugiados. Lo curioso es que -felizmente- aquí no hay conflictos tribales, terremotos, tornados en serie o guerras civiles. Hasta las inundaciones faltan a la cita desde hace algunos años. Sin embargo, seguimos teniendo damnificados. ¿De dónde salen? Más que del incendio ocurrido en la Chacarita hace 635 días, provienen de la incapacidad de gestión pública para dar soluciones permanentes a problemas acumulados durante décadas. Hace 21 meses que los pobladores expulsados por el siniestro estaban ocupando la plaza Constitución, con dos consecuencias directas: modo de vida inhumano para las 74 familias y destrucción física y estética de una de los espacios verdes más emblemáticas de Asunción. Ahora se las llevan a otro lado, más como una urgencia estética que como solución urbana definitiva.
Así como los conquistadores españoles se sorprendieron viendo indios que “cubrían sus vergüenzas con unos bragueros”, nuestros munícipes de hoy pretenden en vano tapar otras vergüenzas, no la gente abandonada a su suerte tras perderlo todo en un siniestro, sino el vergonzoso abandono en que está una ciudad que no merece la mala suerte de ser gobernada por quienes hoy se apoltronan en el sillón de la intendencia y en los curules de la junta. Al decir de Oliver Cromwell, llevan allí sentados demasiado tiempo para nada bueno.
Ineptos e insensibles, deshonran la función que debieran dignificar.