Era una tarde que se tornó diferente cuando ese lunes 13 de junio me llegó un mail avisando que había dado positivo al COVID, en ese momento no me di cuenta, es más, le mande mis resultados a alguien diciéndole “no se que tengo, por qué me siento tan mal, si todo me dio negativo”. Y si… miré la fi la de rango de referencia y no la de resultados (creo que mi mente no quería ni enterarse e hizo esa jugada.) A los segundos recibí una llamada: “¡Florencia! ¡Diste positivo a COVID, me estás jodiendo que no sabes qué tenes!” Me quede por segundos sin respirar, se me vinieron mil cosas a la cabeza…
En ese mismo instante mi bebé, fue apartado, me quede encerrada en un cuarto lejos de cualquier contacto con cualquier familiar. Asustada, demasiado asustada y con la fuerza que no tenía fui a Urgencias, desde la entrada dije que era COVID positivo y me indicaron dónde ir, me atendieron y notaron que mi corazón estaba muy acelerado, el médico se preocupó y decidieron hacer una tomografía para ver los pulmones y análisis de sangre.
El resultado fue mucho catarro en los pulmones y fuera de rango en algunas cosas, pero la alta fi ebre debía de bajar rápido, cosa que lograron.
Volví a casa con el terror aumentado por más que el médico me repitió mil veces que me quedé en 2020 con mi pensamiento, que gracias a las vacunas y a dos años de estudios de medicamentos ya podían tratarlo rápido y efectivo. Tomé ese antiviral con la fe puesta en la ciencia como nunca antes y lloré.
Si lo escribo es porque mejore, porque el antiviral, el médico y su experiencia, Dios me hicieron transitar la enfermedad con menos síntomas de los de ese lunes donde sentía que moría. Pero lo que no se si es humano es el encierro, el alejarte de tu familia como si fueras un preso recluido en un calabozo de máxima seguridad.
¿Es humano o dentro de unos años nos dirán cuanto daño causó en la sociedad? Y si, a los tres días mi bebé dio positivo.
