El decreto del Ejecutivo de Semana Santa para restringir los movimientos no pasa de ser simplemente una manera de ponerse bien ante las críticas que vienen del escaso poder que tiene el Gobierno para manejar la pandemia en términos de hospitales públicos.
Esto está colapsado y lo que el Gobierno dice es “no puedo cerrar todo porque se me cae la estantería encima, voy a sacar un decreto que dice algo, pero no dice todo. Voy a restringir el movimiento de personas; nadie podrá ir de Asunción a Barrero Grande, pero sí podrá cruzar la frontera de Paraguay a Brasil de donde proviene la cepa más mortífera del Covid-19 y que es probablemente la causante del notable incremento de personas internadas que hemos tenido”.
La encargada de migraciones dice que no se cierra la frontera de Paraguay con Brasil, pero al que quiera ir al Brasil le va a ser muy difícil llegar hasta la frontera. ¿Qué quiere decir con eso? ¿Que aquellos que se desplazan desde Asunción hasta Ciudad del Este 300 kilómetros son los únicos que cruzan la frontera? En Ciudad del Este, en Pedro Juan Caballero, en Saltos del Guairá viven miles de paraguayos para quienes no es obligatoria la necesidad de desplazarse 300 kilómetros para cruzar la frontera.
Muchas contradicciones, muchas incoherencias, muchas dudas, muchas tribulaciones. Un decreto del Ejecutivo tiene que saber lo que hay que hacer, asumir las consecuencias y tomar las determinaciones, aunque sean dolorosas, pero necesarias para el país en este momento.
