La burocracia internacional ha mostrado también su incapacidad para enfrentar con éxito circunstancias de este tipo. Las críticas a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que no reaccionó a tiempo cuando comenzó el virus a propagarse desde Wuhan-China, porque no quería incordiar a la primera potencia comercial del mundo en esa parte.
Por otra parte también al no haber tomado los recaudos necesarios, lo que demuestra que estas estructuras adiposas, grandes, largas, costosas no responden a las realidades de los tiempos actuales y deben ser completamente reconstruidas.
Aquí, el representante Roberto Scotto, que representa a la OPS (Organización Panamericana de la Salud) con sede en Washington y la OMS, con sede en Ginebra, había prometido que las vacunas llegarían el pasado jueves.
Sin embargo, después dice que por problemas de logística no será posible que las vacunas lleguen a nuestro territorio y tampoco sabe cuándo – a través del mecanismo Covax. Los propios médicos que trabajan en el frente de batalla ya no confían, se mofan y se ríen del mecanismo Covax.
El Gobierno tendría que hablar de manera contundente y pedir la salida de Roberto Scotto como una muestra del malestar que tiene acerca del trabajo de estas organizaciones internacionales en nuestro territorio. No hacerlo significa consentir el mal trabajo de quienes vinieron, golpearon la puerta nuestra, pidieron dinero adelantado para hacer las compras también adelantadas de forma tal a que tuviéramos las vacunas en tiempo y modo, pero no han cumplido con su parte.
Si el Gobierno no pide que Scotto vaya a su tierra, que abandone el territorio paraguayo, significa no solamente que somos inútiles, sino que, aparte, no somos soberanos.