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Atentado en Sanber es una gravísima señal

Desde que la Argentina y el Brasil se repartieron el país hace 151 años, después de una cruel, salvaje e infame guerra, una de las pocas atracciones que le quedaron al Paraguay respecto a otros países fue su dignidad, la calidad de su gente (sus mujeres, héroes de una epopeya) y la seguridad.

Los nacionales que han vivido en países extranjeros saben mejor que nadie que el Paraguay no puede competir en clima, mar, lagos, montañas, museos, parques, autopistas, transporte público, hospitales, escuelas y universidades públicas de altísima exigencia y reputación. Pero sí en la calidad humana de su gente.

Como paraguayos, no nos ha importado renunciar a las comodidades y beneficios que ofrecen otros países, porque tenemos una dignidad que no se compra con cosas materiales, porque el alma se colma cuando compartimos el viaje de la vida con gente que vale la pena en un entorno seguro. Por eso, lo que sucedió en la ciudad de San Bernardino el pasado domingo 30 de enero es de una enorme gravedad.

Un país, cuya una de sus principales ventajas sociales es la seguridad de sus ciudadanos, no puede permitir que mueran personas víctimas de un tiroteo durante un espectáculo musical. Si aceptamos, consentimos y toleramos que se instaure en nuestra sociedad el negocio del sicariato, es decir, la inseguridad, Paraguay será un infierno de país, y no precisamente por las altas temperaturas.

Además de unirnos a la oración por las víctimas del fatal atentado contra la paz y la seguridad de la ciudadanía, pedimos al presidente Mario Abdo y a todo su Gobierno que establezcan las alianzas necesarias, nacionales e internacionales, para poner fin a la escalada de criminales que campan a sus anchas en el país.

Bueno es recordarle al Presidente que, si no es capaz de garantizar la seguridad de la ciudadanía, debe renunciar de manera inmediata antes de que el Congreso, con todo derecho, inicie un juicio político. Lo que caracteriza a un estado de guerra es que en él la vida siempre se encuentra en peligro.

En cambio, la regla fundamental de un estado con verdadera paz es la coexistencia segura de sus ciudadanos amparados por la ley, por las fuerzas de seguridad y por un control riguroso de cualquier forma de violencia, atropello y maldad. Presidente Abdo: asuma con responsabilidad sus funciones. Todas.

Pablo Álamo Hernández
Pablo Álamo Hernández
PhD en Economía y Empresa. Profesor internacional de la Universidad Sergio Arboleda y de la Univeridad de Columbia del Paraguay

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