Cristian Nielsen
Habían pasado apenas tres años desde la finalización de la Guerra de los Seis Días, nombre del conflicto que enfrentó a Israel con una coalición de estados conformada por Egipto (República Arabe Unida en esos días), Jordania, Siria e Irak. El pequeño estado judío obtuvo en una semana una rápida victoria militar que encumbró a nivel mundial la figura de su comandante en jefe y Ministro de Defensa, Moshe Dayán, el hombre del parche sobre un ojo, perdido a causa de una herida sufrida durante la Segunda Guerra Mundial.
Israel logró dos cosas: establecer un cierto equilibrio geopolítico en el Cercano Oriente y consolidar de paso su independencia. Sin embargo, seguía irresuelto el conflicto interno creado en 1947 cuando una resolución de las Naciones Unidas dio a luz el estado de Israel y circunscribió al pueblo palestino a los pequeños fragmentos territoriales de Cisjordania y Franja de Gaza. Esta situación es motivo de frecuentes brotes de violencia que se han estado resolviendo con manifestaciones belicosas (intifadas) y ataques con misiles hacia territorio israelí, con las consecuentes reacciones del agredido.
Lo que nadie habría imaginado hace medio siglo es que uno de esos actos violentos tendría como escenario la lejana Asunción de los ’70.
COBRO DE CUENTAS – El atentado a la embajada de Israel tuvo un precedente y una réplica años más tarde. El primero se lo conoce como el tiroteo del cine Splendid. El segundo, el crimen del embajador de Uruguay.
Batric Kontic era un oscuro personaje ingresado ilegalmente al Paraguay hacia finales de los ’50. Cróata de origen, Kontic disponía de un pasaporte de Interpol y andaba siempre armado. El 23 de setiembre de 1961 entró al cine Splendid (Estrella casi Chile) con la misión de asesinar a un tal Pedro Prokopchuk, ciudadano de origen polaco que integraba la entonces temible Técnica del ministerio del Interior. Ambos, polaco y cróata, tenían cuentas que arreglar por cuestiones profesionales, uno de ellos, un auténtico “bounty killer” (asesino bajo contrato, sicario se le diría hoy) y el otro un servidor de los órganos de represión del régimen estronista. Ambos desaparecerían de escena años después sin dejar rastros.
El otro suceso ocurrió el 7 de junio de 1976. Carlos Abdala era un diplomático uruguayo que militaba en el Partido Blanco de su país. Ese día, mientras salía del Ministerio de Hacienda, se le acercó el cróata-separatista Jozo Damjanovic quien le descerrajó un tiro en la cabeza del cual moriría horas después.
Interrogado por la policía, el pistolero confesaría su equivocación, ya que su propósito era matar al embajador yugoeslavo Mancilo Vucekovicz quien, a la hora del atentado, debía depositar una ofrenda floral en el Panteón de los Héroes.
Día, hora y lugar equivocados para el desdichado diplomático uruguayo.
ASESINATO EN LA EMBAJADA – El 4 de mayo de 1970 era una típica mañana otoñal en Asunción. Dos jóvenes ingresaron a la embajada de Israel con el aparente propósito de gestionar algún documento. No eran lo que aparentaban ser. Se trataba de Khalid Abed Rabu Darwish Kassab, estudiante de mecánica de 21 años y Talal Mota Demasi, estudiante de ingeniería electrónica de 20 años, ambos pertenecientes al movimiento Al Fatah liderado por Yasser Arafat, uno de los fundadores de la Organización para la Liberación Palestina.
Los jóvenes preguntaron por el embajador Benjamín Varon, quien no se encontraba en la sede. Ambos se retiraron para volver una hora más tarde y entrar violentamente en la sede diplomática. Sin mediar palabra, dispararon directamente sobre Edna Peer, esposa del primer Secretario de la embajada Moshe Peer y Diana Zawluk, secretaria de la oficina diplomática. La señora Peer murió en forma instantánea tras recibir un balazo en el pecho, mientras su compañera Diana, aunque herida de gravedad, sobrevivió al atentado.
Los dos agresores lograron huir de la embajada solo para ser detenidos poco después.
POR QUÉ ASUNCION – Nunca estuvo muy claro porqué los terroristas palestinos fueron en busca del embajador israelí en Asunción con el propósito de matarlo. El propio Varon, en declaraciones a un medio de su país revelaría que los atacantes no eran los primeros palestinos que se acercaban a la embajada en esa época.
“Había inmigrantes de Siria y Líbano -aseguró el diplomático al Yedihot Ahronot, un portal israelí-. La comunidad árabe no les brindaba mucha ayuda, así que a veces nos contactaban”.
La embajada en el Paraguay no disponía de un servicio de vigilancia muy estricto. Paraguay era considerado en esos días un destino muy seguro y no se consideraban necesarias medidas de seguridad más allá de una puerta resistente con doble cerradura.
Pero los dos atentados a embajadores empezarían a cambiar ese clima bucólico de pacífico aislacionismo, proceso que se profundizaría en 1980 con el espectacular asesinato del exdictador nicaraguense Anastasio Somoza Debayle, refugiado en Asunción y protegido por su colega Alfredo Stroessner.
La isla rodeada de tierra de que habla Roa Bastos dejaba de ser un edén para incorporarse a un mundo convulsionado por la violencia.