martes, mayo 7, 2024
34 C
Asunción
InicioActualidadAlegato por la Constitución

Alegato por la Constitución

Categoría

Fecha

Por Prisciliano Alberto Sandoval

La caída de la Dictadura de Stroessner el 2 y 3 de febrero, fue un antes y un después en la vida política del Paraguay, siendo una de sus consecuencias más importantes, la nueva Constitución de 1.992.

Nuestra Constitución cumple hoy 30 años, y representa en su conjunto los aciertos y desaciertos del arquetipo jurídico-político de nuestro país
Aún recuerdo y tengo bien nítidas las imágenes en mi mente, de aquella fría mañana de junio de 1.992 llegando al Banco Central del Paraguay, a cumplir mis funciones.

En ese entonces, siendo estudiante de derecho fui funcionario de la Convención Nacional de Constituyente, y tuve la oportunidad de escuchar todos y cada uno de los debates de este único e insustituible foro público nacional, primero en la Comisión Redactora presidida por el Dr. Oscar Paciello, y posteriormente, en el Pleno de la Convención Nacional Constituyente, que tenía su sede y realizaba sus debates en el Teatro del Banco Central del Paraguay, y que diera como fruto la Constitución Nacional, promulgada el sábado 20 de junio de 1.992.

Fue entonces también cuando decidí, dedicarme al Derecho Constitucional y a los estudios del Derecho Público, el Estado de Derecho, los Derechos Fundamentales y la organización del Estado.

Es evidente, que este momento es propicio para hacer un balance de estos 30 años de la Constitución, y cuáles han sido sus luces y sus sombras, no solo de la Constitución, sino del proceso político en Paraguay que subyace como un espejo, a la norma constitucional, teoría y realidad como dos mundos paralelos que se comunican entre sí.

Una primera conclusión, que surge con claridad es que en este país cuya historia ha sido escrita bajo el fuego de las continuas divisiones, los enfrentamientos entre grupos irreconciliables entre sí que marcaron el zigzagueante derrotero que ha seguido el curso de nuestra historia, la Convención Nacional Constituyente de 1.992 ha sido uno de esos pocos momentos en el que en el Paraguay hemos estado unidos, unidos con un propósito “elaborar una Constitución”, y unidos sobre una creencia fundamental “superar las limitaciones de la Dictadura y elaborar este nuevo documento con plena libertad y participación de todos los grupos políticos y sociales”, ambas metas que fueron cumplidas y están plasmadas en el texto de nuestra Carta Fundamental.

Recuerdo allá por el año 1.998 haciendo gira política por el Departamento de Cordillera por la dupla Laíno-Filizzola (Fui parte del Encuentro Nacional en sus inicios, y actualmente soy afiliado a la A.N.R.), me encontré con un Señor liberal en Tobatí, y me dijo lo siguiente: “Que él era saguierista, partidario de Tito Saguier, y que jamás de los jamases votaría por Laino aunque sea lo último que haga en vida, no votaría por Laíno”.

Esta anécdota se me quedó grabada en mi mente y dibuja con ironía y claridad la realidad de la vida política y social del Paraguay, de que siempre estamos enfrentados (Hoy Abdistas contra Cartistas, ayer Argañistas contra Oviedistas, Saguieristas contra Lainistas, y hoy Efrainistas contra Llanistas), y esa división crónica que raramente está sustentada en ideas o creencias políticas, sino más bien en meros personalismos, ha limitado y lastrado el progreso del Paraguay.

Pues bien, la Constitución de 1.992 ha sido un momento único de nuestra historia, en que sí nos hemos puesto de acuerdo los paraguayos/as, en una coyuntura política determinados, para dar fruto a la Constitución hoy vigente de 1.992.
Por otro lado, la Constitución de 1.992 es una Constitución democrática y soberana.

Es democrática, porque a diferencia de otros procesos políticos anteriores ha nacido y ha sido elaborada en un ámbito de libertades públicas nunca antes visto, y con la participación de los partidos políticos y movimientos sociales en boga en ese momento.

Además de ello, la Constitución es soberana, considerando que el Paraguay en ese momento era una nación libre y sin injerencia de potencias extranjeras que pudieran modificar o torcer la voluntad de los Convencionales Constituyentes.

Esa es la razón que descalifica a la Constitución de 1.870, nacida luego de la masacre de la Guerra de la Triple Alianza y con un ejército de ocupación asentado dentro de nuestro territorio, el Ejército del Brasil que gobernaba desde el Palacio de los López y que mantuvo esta infame y vergonzosa ocupación durante 8 años.

Esta naturaleza soberana de la Carta Política redactada en 1.992, sin perjuicio de las falencias que pudiera tener en su forma y contenido, le otorga a nuestra Constitución un lugar de preeminencia de la historia política de nuestro país, sabiendo que ha nacido de la voluntad política de nuestros representantes, sin injerencia de poderes extranjeros, y sin presiones indebidas de grupos sociales o grupos extremos, que pudieran tergiversar el derrotero constitucional.

En tercer lugar, la repetida y continua violación de las cláusulas constitucionales durante estos 30 años de su vigencia desde 1.992, nos hace reflexionar acerca de la normatividad y operatividad de nuestra Carta Política, y de si los detentadores y destinatarios del poder – al decir de Lowenstein – cumplen y hacen cumplir sus disposiciones, surgiendo la inevitable pregunta de qué es lo que nos depara el futuro.

Podemos sostener que los graves problemas que aquejan al proceso político del Paraguay, como ser la corrupción, la debilidad de las instituciones, una clase política que decepciona, y el avance del crimen organizado que amenaza a las familias paraguayas y a nuestro sistema de convivencia, no es culpa de la Constitución de 1992, sino más bien, es responsabilidad de los hombres y mujeres que hemos elegido para ocupar los cargos previstos en nuestra Carta Fundamental, sobre todo en las épocas más recientes, surgiendo con suficiente énfasis la necesidad que el pueblo paraguayo elija mejor a sus representantes.

Recientemente, he asistido a una Conferencia organizada por el Instituto Paraguayo de Derecho Constitucional (IPDC), Instituto del cual tengo el honor de formar parte, del Dr. Javier Pérez Royo, uno de los constitucionalistas más celebres de España con el Título “La igualdad”, y decía el Profesor Perez Royo, que “existe un instante y un momento mágico en la vida democrática de nuestros países, en que todos, absolutamente todos, sin distinción de ninguna clase somos iguales, y ese momento es el día de las elecciones en que emitimos y depositamos nuestro voto en las urnas”. Pues bien, redondeando lo previamente expuesto, lo que debemos hacer los paraguayos/as para mejorar nuestra situación, es justamente eso: “elegir mejor a nuestros representantes”, en ese momento mágico en que todos somos iguales, que es el día en que depositamos nuestro voto en las urnas.

En este sentido, la ola de crímenes que está azotando a nuestro país, como los asesinatos por encargo y otros hechos criminales, marcan un punto de inflexión en el proceso político reciente, provocando que la ciudadanía en general se detenga a comprobar el incesante avance del crimen organizado que permea a nuestras instituciones y que inclusive financia algunas campañas de candidatos a cargos electivos. De esta forma, ya no es que los crímenes ocurren en Pedro Juan Caballero o en la frontera, sino que ocurren en todas partes, y a cualquier hora, en la capital y en la zona metropolitana.

Y es como lo decía Anibal Saucedo Rodas (https://www.lanacion.com.py/columnistas/2022/05/13/ya-no-es-ajena-ni-lejana/?s=03) en cuanto a los asesinatos por encargo: “ya no es una realidad ajena ni lejana”, ahora también es nuestra, y en consecuencia, debemos generar a partir del Estado y de la sociedad civil verdaderas políticas en materia de justicia y seguridad para enfrentar este flagelo.

Finalmente, podemos sostener, que los reclamos más importantes que hoy la ciudadanía pide a gritos son: justicia y seguridad. No podemos desarrollarnos como comunidad sin esos dos pilares fundamentales que fueron previstos en la Constitución de 1.992, y que si hoy no hemos podido consolidarlos, es a causa de los flagelos que castigan a nuestra democracia.

Y por este motivo, aquella persona que sea elegida Presidente en las próximas elecciones de 2023, será aquél que tenga un plan bien claro y específico para lograr esos dos objetivos: justicia y seguridad, y que pueda convencer al Soberano de que tiene el compromiso, la trayectoria y la historia de vida, para cumplir estos desafíos.
Seguiremos creyendo que es posible construir ese Paraguay que tanto hemos anhelado Que viva la República del Paraguay

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.