Estamos en el colapso sanitario y los números no dicen lo contrario. Confirman lo que ya se venía diciendo, que llegaríamos a una situación en la que muchos enfermos estarían esperando ser atendidos en las unidades de terapia intensiva.
Este era el cuadro de la situación que el Gobierno había descripto al inicio de la cuarentena hace un año y en su nombre nos pidió US$ 1.600 millones para hacer frente a lo que sería un cataclismo. Pues bien, mucho de ese dinero se otorgó para sostener el salario del sector público, más de US$ 600 millones.
El ministro de Salud de la época, Mazzoleni, no supo gastar eficientemente y hoy estamos pagando las consecuencias. No logró ni honrar las deudas que tenía con la empresa proveedora de oxígeno, sabiendo que este era un elemento vital en un momento de colapso como el que estamos viviendo.
O sea, en definitiva, el Gobierno no se preparó para la situación en la que estamos viviendo y debe asumir su responsabilidad. Este país le dio el poder, le dio la autoridad, le dio los recursos para hacer frente a una circunstancia de este tipo y no cumplió con ese mandato.
Hoy estamos contando la cantidad de muertos y personas infectadas que no pueden encontrar un lugar donde atenderse. El país ha entrado en lo que se denomina colapso sanitario.
El Gobierno responde diciendo que van a construir siete hospitales más, pero a esta altura, con el tiempo en el que estamos, con las circunstancias por la que padecemos, con la vacuna que no llega, lo único concreto que puede salir de esto es de nuevo un camino a la corrupción en la construcción de los siete hospitales de contingencia que prometió el Ministerio de Obras Públicas.
Ya nadie cree en el gobierno y lo que estamos viviendo es simplemente consecuencia de su procrastinación y, por sobre todo, su corrupción.
