Pasaron las internas y ya está en marcha la operación de curación a las heridas abiertas en el escenario político. De una feroz confrontación, ahora los operadores partidarios mantienen un prudente silencio para luego apoyar en masa a quienes hasta junio fueron sus enemigos de fórmula. Ocurre en todos los partidos de cara a elecciones generales de intendentes y presidentes. La pregunta ahora es ¿Qué pasa con las denuncias de campaña?
Más allá de lo folclórico de atacar al adversario político de una interna, esta vez se tomaron el tiempo de recolectar pruebas, documentos y comprobantes para sustentar sus denuncias: contratación masiva de planilleros, malversación de fondos, desvío de dinero destinado a obras, trabajos sobrefacturados, municipios sin rendir cuentas de Fonacide y hasta el anecdótico anuncio de compra de vacunas anti covid19 a través de una empresa fantasma, sólo para hacer ruido y generar comentarios. Con esta batería de datos, la mesa está servida para que la justicia haga su trabajo y autorice la apertura de varias investigaciones.
Pero eso sólo ocurre aparentemente en universos paralelos al nuestro y no en un país caracterizado por el olvido de los grandes casos de corrupción, muchos de ellos ni siquiera investigados. ¿Qué más nos espera después de estas elecciones? Gran parte de los que pasaron la interna no son precisamente los mejores representantes por los que la gente podría votar. Muchos de ellos tienen oscuros antecedentes y causas abiertas en sonados casos de corrupción antes y durante la campaña política partidaria.
Claro que la legislación establece una presunción de inocencia, pero en algunos casos no hace falta remover mucho para comprobar que las denuncias tienen sustento y que deben pagar por su culpabilidad. El pronóstico es preocupante, pero todavía tenemos alternativas para saber elegir y hacer que los nuevos representantes nos devuelvan la dignidad.