Pasadas las ocho de la tarde en Londres, Rafael Nadal salió a rueda de prensa. Un gesto serio acompaña al balear, que tenía enfrente una audiencia que ya sabía de antemano que venían malas noticias: “Si estoy aquí es porque tengo que retirarme. Tengo una rotura en el abdominal”, explicó.
La molestia venía de días atrás, prácticamente desde que comenzó el torneo. En uno de sus primeros partidos se le avistó unas cintas protectoras en el estómago que desataron unas pequeñas alarmas que paró totalmente ante la prensa. “No quiero hablar de mi físico, quiero hablar de tenis”, espetó.
El paso de los días mejoró los pronósticos y llegó a quitarse las protecciones en sus últimos encuentros. Pero contra Taylor Fritz, el abdominal llegó a su límite, se rompió en el cuarto juego del partido y, aunque continuó hasta conseguir doblegar al estadounidense, el daño ya era demasiado grande.
Nadal se pasó la noche y este jueves dando vueltas a qué decisión tomar. Por tercera participación consecutiva aquí estaba en semifinales, a dos partidos del Grand Slam que se le resiste desde hace más tiempo. No lo gana desde 2010. No llega a una final desde 2011. Y otra vez se marcha de Londres sin la copa. Esta vez no le paró Novak Djokovic, como en 2018, ni Roger Federer, como en 2019. Le echó su cuerpo.
“Aquí sólo me vale ganar; el resto no me sirve de mucho”, dijo Nadal, consciente de que, además, en esta edición el torneo no reparte puntos por la sanción a rusos y bielorrusos y de que único objetivo es engordar aún más el récord de 22 Grand Slams que ya posee.
“Es prácticamente imposible pensar en ganar dos partidos de este nivel con un abdominal roto. Pensaba durante todo el día qué decisión tomar, pero no tiene sentido intentarlo. Si sigo la lesión va a ser peor. Estoy muy triste”, añadió.
El balear se marcha de Wimbledon con un 19-0 en Grand Slams esta temporada. Mantiene su imbatibilidad de la manera más triste, sin poder lucharlo en la pista. Siete triunfos en Melbourne, siete en París y cinco en Londres, sin posibilidad de buscar un sexto.
Nadal forzó hasta el límite. Este jueves tenía programada una sesión de entrenamiento en la pista 10 del All England Club, a la vista de todo el mundo, pero decidió refugiarse en el Aorangi, donde se restringía el acceso.
Ni siquiera los medios de comunicación pudieron avistar el entrenamiento del español, que decidió bajarse a una de las pistas más recónditas, donde solo su equipo podía vislumbrar su estado.
Ahí hizo un último intento. Unas pruebas del saque, el golpe más complicado de hacer con el problema que arrastra en el abdomen. Que lo probara era buena señal. Se fue a casa después del entreno y alrededor de las 19:30 de la tarde en Londres, su equipo comunicó que Nadal estaba en el All England Club y que hablaría media hora después ante los medios.
Unos minutos después ya era un secreto a voces que se iría. Nadie convocaría una rueda de prensa para decir que jugaría al día siguiente.
“La lógica, y después de hablar mucho con el equipo, me lleva a tomar una decisión que me ha costado un montón. Es lo que siento. Creo que tomo la decisión correcta”, reflexionó.
“Como muchas veces hemos jugado bajo circunstancias difíciles, y a veces ha terminado en éxito, siempre se mantiene la esperanza de que esto puede ser una de ellas”.
“Llega en un momento en el que el pie está un pelín mejor, que era lo más preocupante para poder continuar con mi carrera… Parece que ahora el pie está más controlado y me está permitiendo disfrutar de poder jugar al tenis. Poner en riesgo una lesión que me pueda llevar un tiempo importante sin jugar…. Intento priorizar lo que es mi felicidad personal más allá que cualquier título o éxito personal. Cuando juego haciendo ciertas cosas, la gente puede pensar que es por ambición, pero es porque hago lo que siento y lo hago con la convicción de que estoy haciendo lo correcto, sin poner en riesgo mi futuro mi salud”.
Con esta derrota, ante su físico, no ante un rival, Nadal pone fin al sueño de conquistar los cuatro Grand Slams, un logro que sólo han conseguido en la historia Don Budge, en 1938, y Rod Laver, en 1962 y 1969. De hecho, en la Era Abierta, sólo Novak Djokovic había sido capaz de llegar hasta este punto de la temporada, unas semifinales de Wimbledon, con posibilidades de optar al Grand Slam. Lo hizo el año pasado, cuando terminó perdiendo en la final del US Open contra el ruso Daniil Medvedev. EFE