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Siete síntomas de la borrachera del poder

Por Guadalupe Robles – Analista Mexicano 

1. Creerse un ser superior. El poder eleva del suelo al político, a veces muy alto. Por eso se dice que pierde el piso. Por eso ve todo desde las alturas y no al ras de la tierra como debiera. Una instrucción suya, una declaración no pensada o un gesto, suelen tener consecuencias graves sobre las personas. Su palabra pesa, porque es la palabra del poder. Pero eso no lo hace mejor que los demás. No lo hace un ser superior. Uno es lo que es sin el poder.

2. Perder el sentido de la realidad. El poder es una borrachera que se quita solo cuando el poder se ha ido. Mientras dura todo es relevancia, aplauso, veneración y halagos. Son discursos, ocurrencias que todos festejan, adulación desmesurada, selfies y más selfies. Todo ello hace perder al político el sentido de la realidad. (Por cierto: ¿a dónde van a parar las fotos que se toman con políticos que ya no tienen poder?)

3. Intoxicarse de soberbia. Dice el viejo diccionario que soberbia es altivez y menosprecio hacia los otros. Es auto contemplación vanidosa. Es un falso espejo donde el político se miente a sí mismo. Nadie puede escapar de la soberbia en el poder. La cuestión es que la soberbia pueda ser manejada por el político, y no el político manejado por la soberbia.

4. Creerse infalible. El poder da una valentía artificial. Un arrojo fanfarrón. El político cree que no puede fallar ni equivocarse en todo lo que se propone. Por eso hay una nueva generación de políticos pendencieros. Políticos que son máquinas de generar problemas donde no los hay. Imaginan que los problemas que otros no pudieron resolver, fue porque les faltaron los atributos que a ellos les sobran.

5. Pensar que el poder es para siempre. El poder es un préstamo del pueblo. Es una llama que se extingue inevitablemente. La borrachera del poder hace pensar al político que el poder es eterno. No imagina que hay un mañana terrible sin poder. El poder también es ave de paso. Dice el refrán que nada es para siempre. El poder lo es menos.

6. Hacerse de enemigos gratuitos. Nadie que ejerza la política estará exento de enemigos. La política es lucha de intereses y pasiones. Pero que sean las circunstancias inevitables las que generen los enemigos y no la acción soberbia y abusiva del poder. Dice la máxima que en política no se pueden enfrentar a todos los enemigos al mismo tiempo. Ni hacerlos nomás porque sí.

7. Escuchar solo los halagos. Los verdaderos amigos, los enemigos y los rivales políticos son quienes se atreven a decir las verdades al político. Pero la verdad ajena es incómoda para el político. Inaceptable. Por eso el político suele bloquear su oído con su soberbia y necedad. Lo ha entrenado para escuchar halagos. Solo halagos.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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