Cada vez que se busca encontrar la verdad del avión iraní surgen las cuestiones acerca de quién le permitió al avión ingresar a nuestro territorio. La respuesta es muy fácil: ¿quién contrató la nave para llevar el cigarrillo de Cartes, comprado por el mismo a través de una empresa norteamericana para venderle después a otra de Aruba acusada de lavado de dinero y de contrabando?
Pasó una cosa igual en Uruguay, donde inicialmente deberían sólo repostar, pero finalmente solicitaron quedarse un par de días en Montevideo. Todo demasiado sospechoso para un avión tripulado por un guardia revolucionario en un tiempo de graves conmociones en la región. Israel ha matado a 200 iraníes y a un prominente miembro de dichas guardias revolucionarias.
En la lógica del terrorismo se espera que una acción de ese tipo tenga una respuesta de igual volumen en algún territorio del mundo donde viva una comunidad judía. Gran parte de ellos viven en la Argentina y es lógico que todas las alertas se hayan prendido, especialmente después de la conexión iraní en el atentado contra la AMIA, la mutual de los judíos en Buenos Aires, que dejó un centenar de muertos.
Todo esto debería mirarse, no en función de las cuestiones partidarias, sino saber exactamente qué había dentro del comercio de cigarrillos con destino al norte y qué intereses les movían a los vendedores y a los compradores para contratar un sospechoso avión iraní.