Una de las grandes tensiones en tiempos actuales es la cuestión identitaria. La afirmación de una sentada brasileña en Curuguaty de prohibir a sus peones hablar en guaraní ha despertado la ira y la reacción popular de varios sectores del país, afirmando por qué vienen los brasileros a vivir en un país cuya lengua no terminan de aprender en 23 años y que, además de eso, llevados por el poder económico que tienen, prohíbe a sus empleados locales para que se expresen en una de las lenguas nacionales del Paraguay.
La gran pregunta que tendríamos que hacernos es qué políticas de lengua tenemos en frontera donde viven 500 mil brasileros. La mayor colonia de brasileños fuera de su país viven aquí en el Paraguay, y no tenemos ninguna política educativa en particular en nuestras escuelas y tampoco en ningún otro lugar fronterizo.
No hay políticas educativas en frontera en el Paraguay para fortalecer su cuestión identitaria y para hacer que la lengua guaraní no sea vista como un elemento contrario a las buenas costumbres y capacidades de los inmigrantes.
En otros países para tomar la ciudadanía o ganar la residencia se hacen pruebas de que se conoce y se domina la lengua local del país que han decidido tomar como suyo. Si no pasan el examen, pues no tienen ni la residencia ni la nacionalidad.
Tendríamos que buscar mecanismos de ese tipo para hacer que realmente la cuestión identitaria no salte simplemente por un mensaje de WhatsApp, sino que surja de una política nacional en materia de educación, que tenga que ver con la cuestión identitaria y con la preservación en fronteras.
Si no lo hacemos, no nos lamentemos de sus consecuencias, especialmente cuando se trata de predicar mucho la identidad paraguaya pero de trabajar muy poco en preservarla, fortalecerla y difundirla.