Un perfil no solo se entiende cómo la posición de algo o alguien ante nuestros ojos sino debe ser concebido cómo algo más profundo de lo solo percibido por la vista. Hay que ubicar el mismo dentro del contexto de lo que se requiere, de lo que necesita un país en determinado tiempo. Debe coincidir con nuestras mejores ideas porque hay que recordar que cada país tiene el gobernante que se le parece.
A solo 9 meses de las presidenciales del Paraguay, el trabajo de evaluación está en el ciudadano a quien toca no perder el tiempo en distracciones sino usarlo para leer bien las letras impresas por periódicos o en formatos digitales donde nos traen todos los días perfiles claros al respecto de personas y partidos políticos que sabemos siempre intentan vendernos una imagen que muchas veces no es la realidad.
Ya venimos votando desde hace mucho tiempo y no debemos por eso ser engañados de nuevo por la política o la industria del marketing que pujan siempre a favor del dinero usado por patrocinadores poderosos que trabajan por los perfiles electorales que les conviene. No es el líder de las redes sociales el que convierte los followers en votos y eso tampoco sustituye otros aspectos que debieran ser evaluados antes de votar.
Ya no debemos ser engañados, más, hay que usar el raciocinio para ver más allá que un perfil comercial y proyectar lo que nuestra memoria y racionalidad ven hoy a lo que podría ser mañana en un candidato. Hay que ver si tiene antecedentes jurídicos, no fue fiel a los mandatos o si está patrocinado por personas, empresas o compañías con intereses particulares que pueden dejar de lado todo aquello prometido a sus votantes. Todo debe estar bajo escrutinio en este tiempo. El perfil es responder a las intenciones de la gente, la realidad que deba ser transformada y la capacidad del elegido de llevarla adelante.
