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Muere Gilberto Rodríguez, uno de los rostros de la peor violencia de Colombia

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La violencia del narcotráfico que estremece a Colombia y por la que vivió sus días más complejos por la lucha a muerte entre los carteles de Medellín y de Cali cerró este miércoles un capítulo con la muerte de Gilberto Rodríguez Orejuela a los 83 años en una prisión de EE.UU. donde cumplía una condena de 30 años por tráfico de drogas.

El abogado del capo, David Markus, confirmó a Efe el deceso de Rodríguez Orejuela en la prisión de Butner Medium de Carolina del Norte en la que estaba recluido desde 2004 y de donde nunca pudo salir.

“Nosotros, los hijos y esposa de Gilberto Rodríguez Orejuela, nos permitimos informar que lamentablemente ayer, martes 31 de mayo de 2022, a las 6:54 de la tarde falleció nuestro padre y esposo a causa de un linfoma que lo aquejaba (…) Estamos haciendo las gestiones necesarias para su pronta repatriación y darle una cristiana sepultura en Colombia”, dijo la familia en un escueto comunicado.

En el ocaso de su vida, el capo, conocido también con el alias de “El Ajedrecista”, padeció dos cánceres, de colon y próstata, con lo que se amparó en una nueva ley de reducción de penas en EE.UU.

Justamente en 2020 el abogado pidió su libertad al denunciar que era una persona de edad avanzada “con varias enfermedades crónicas” que corría riesgo de morir en pleno comienzo de la pandemia en una cárcel con condiciones “atroces”, un pedido de “compasión” negado por las autoridades.

NARCOTRÁFICO Y PODER ECONÓMICO

Rodríguez Orejuela se ganó el apodo de “El Ajedrecista” porque su accionar era más estratégico que el de sus rivales del Cartel de Medellín, liderados por Pablo Escobar, pues los criminales de Cali compraron a todos aquellos que no les permitían hacer sus negocios ilícitos en lugar de apelar a la violencia con más frecuencia. Ahí fue donde radicó su poder y su influencia.

Justamente en 1996 la Fiscalía estimaba que solo en Cali, principal ciudad del suroeste de Colombia, Rodríguez Orejuela y su hermano Miguel, con quien lideró el cartel, dejaron abandonadas 1.214 propiedades, entre ellas 964 apartamento, 65 casas, 135 oficinas, 40 locales comerciales, 5 conjuntos cerrados, 2 bodegas, 2 parqueaderos y una clínica.

También eran dueños de decenas de empresas con las que lavaban dinero y entre las que figuraban la reconocida cadena de farmacias Drogas La Rebaja, Blanco Pharma y Laboratorios Kressfor.

Igualmente eran los accionistas mayoritarios del América de Cali desde finales de la década de 1970 y llevaron a ese club a lo más alto no solo del fútbol colombiano sino también suramericano.

Por las filas de esa época pasaron jugadores reconocidos de la región e incluso el equipo caleño estuvo a punto de contratar a Diego Armando Maradona, como lo han revelado directivos de la época, pero el negocio se cayó por decisión del técnico Gabriel Ochoa Uribe.

Esas empresas estuvieron en la Lista Clinton, elaborada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos tras la Orden Ejecutiva 12.978 emitida por el entonces presidente Bill Clinton en 1995 y que incluía los nombres de más de 1.200 personas y empresas vetadas por Estados Unidos por sus supuestas conexiones con los narcos.

PROCESO 8.000

Los padrinos de Cali decidieron hacer otro tipo de guerra: a base de billetes, comprando a políticos.

En este sentido, estuvieron envueltos en el conocido proceso 8.000, referente a la financiación que hicieron de la campaña del expresidente Ernesto Samper con dinero del narcotráfico, encumbrándolo al poder con la promesa de que acabaría con la extradición.

Años después de entrar en la cárcel aseguraron que también inyectaron dinero a la campaña de Andrés Pastrana, quien fue el sucesor de Samper en la Presidencia para el periodo 1998-2002.

Tanto Samper como Pastrana han negado desde esa época esos señalamientos y los supuestos vínculos con el Cartel de Cali.

GUERRA A MUERTE CON EL CARTEL DE MEDELLÍN

Aunque su estrategia era diferente a la del Cartel de Medellín, los Rodríguez Orejuela también apelaron a la violencia durante las décadas de los ochenta y noventa, en la que violencia desbordada se tomó, además de las zonas rurales, las principales ciudades del país.

Pese a que los carteles de Cali y Medellín eran socios, la relación se resquebrajó a finales de los ochenta y Pablo Escobar declaró objetivo militar a Helmer Herrera, uno de los principales socios de los hermanos Rodríguez Orejuela, por la forma en la que veían ambos la extradición.

Uno de los mayores ataques cometidos por ese grupo fue precisamente un atentado el 13 de enero de 1988 contra el Edificio Mónaco, residencia y cuartel de Escobar en Medellín, lo que dejó tres muertos y diez heridos y dejó al descubierto, entre las ruinas del predio, una colección de decenas de autos deportivos de capo.

Y hoy, pese a que ni el cartel de Cali y el cartel de Medellín existen como se les conocía antes, el narcotráfico en Colombia mutó y los nombres de los hermanos Rodríguez Orejuela o de Escobar fueron cambiados por los de otros delincuentes cuyas figuras ya no son tan visibles en la opinión pública.

FUENTE: Agencia EFE

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.