Por Luis F. Adriano
La política es mezquina y egoísta, y es ingenuo pensar que en unas elecciones se juegan solamente los cargos para el próximo período, en la política real cada elección sirve para ocupar cargos, sentar posturas o ganar posicionamiento.
Estas municipales sirvieron para las tres cosas, unos ocuparon cargos, otros se posicionaron y otros más sentaron postura, estos últimos como el caso de la izquierda que en un gritó firme pero silencioso dijo: «las alianzas que ganan la encabezamos nosotros».
El argumento es irrebatible, aunque los casos de estudios son escasos para una conclusión tan determinante, en puridad la izquierda ha ganado todo lo que ha encabezado, 2008 y 2015 en Asunción y 2021 en Ciudad del Este, generales y municipales.
La carrera política es eso, una carrera, y como tal uno busca retrasar al que le sigue y también sobrepasar al que le lleva la delantera y en esta carrera, ¿quién lleva la delantera a la izquierda? Pues su mejor aliado y a la vez principal adversario, el Partido Liberal.
Una dicotomía particular que solamente en política tiene sentido, y ahí es donde hablamos de egoísmo y mezquindad, porque en política uno se preocupa por uno mismo y tiene poco reparo con los intereses de otros, y lejos de hacer un juicio de valor, es un análisis de una realidad si se quiere hasta antropológica.
Todos tenemos un gen egoísta que nos obliga a la perpetuidad como especie o como idea, algo natural que no solo se justifica en el ADN humano, sino en la cultura guaraní, pueblo de nómadas que ante la diferencia en los liderazgos optaban por crear nuevas tribus.
Y es en este análisis donde entendemos que el nuevo fracaso del PLRA de la mano del casi externo Eduardo Nakayama, fortalece a una izquierda que no acusa recibo de las malas elecciones que tuvo para cargos en la Junta Municipal, sino que celebra el posicionamiento de la figura de Johanna Ortega con miras al 2023, y no necesariamente para ella liderar la oposición, sino como el hecho genérico.
Finalmente, la atomización de la oposición y el desbloqueo de listas obliga a los partidos a repensar la estrategia de cara al 2023, buscando ser alternativa más que opción, en concertaciones o alianzas graníticas que tiene mucha voluntad, pero poco poder de decisión.
Y así, en cada elección, el votante deberá elegir entre la ingobernabilidad propia de este tipo de alianzas o la corrupción propia de poderes que cooptan todos los espacios. Y en un país sin instituciones sólidas, ambos escenarios son igual de nocivos.