La semana pasada, cuando el presidente Mario Abdo Benítez se trasladó al sector del Cerro Guazú, en el departamento de Amambay, por el enfrentamiento con el EPP y las Fuerzas de Tareas conjuntas, mostró las acciones de combate como un gran resultado.
Victorioso, lamentó el fallecimiento de los otros dos paraguayos y solicitó a los del EPP “que abandonen su lucha y depongan las armas”. Lejos estaba de imaginar todo lo que restaba, hasta que Osvaldo Villalba descansara en su tumba como el resto de los mortales. El comisario Nimio Cardozo, jefe de Antisecuestros de la policía paraguaya, en rueda de prensa, daba cuenta del éxito del operativo: “Nada más y nada menos al líder máximo del EPP, a cargo de toda la dirección operacional”. Hubo otras víctimas, pero no tuvieron el destaque del jefe guerrillero y tampoco trascendió a los medios ni los resultados de las autopsias realizadas en Asunción, ni el destino final de sus cuerpos.
Hasta aquí el tema no pasaba de una información más de las que vienen circulando desde marzo del 2018, de un grupo insurgente que, según diversas fuentes, puede tener entre 100 y 1000 militantes. El enfrentamiento también nos recuerda que hay un destacamento permanente de las Fuerzas Armadas en el norte del país y que solo aparece información sobre su trabajo y resultados, cuando se producen acciones de combate. Naturalmente en todos los combates hay muertos, heridos y sobrevivientes. La lista da cuenta de las identidades y el tema solo trasciende un par de días.
Cristiana sepultura
La mayoría de los cristianos, a través de los siglos y según diversas fuentes “han querido ser sepultados después de su muerte, con una ceremonia que proclame el mensaje de la resurrección; esta ceremonia, que contienen diversos ritos y tradiciones, se ha llegado a conocer como el entierro cristiano. El método utilizado para deshacerse de un cuerpo no es tan importante como la verdad detrás del concepto del entierro cristiano: que el cuerpo ya no es la residencia de la persona que ha muerto.” Disculpe Ud. la amplitud de las citas, pero he tratado de reflejar las creencias dominantes en nuestro medio y nuestro tiempo, sobre todo cuando entramos a un tema tan determinante como la vida y la muerte.
Lo curioso es que el tema, no termina aquí, sino que aquí comienza, y en esto entran todo tipo de interpretaciones de la clase política, que hace de la vida cotidiana un escenario donde lucir trajes sin lentejuelas, desprovistos de plumas y con las medias con visibles agujeros, ante la inagotable paciencia de la ciudadanía.
Osvaldo Villalba, debía ser enterrado como corresponde. Un cortejo de policías y medios marcharon en caravana hasta la cárcel del Buen Pastor. Allí le esperaba para darle su último adiós Carmen Villalba, hermana del difunto. Nadie sabe ni sabrá quién autorizó el peregrinaje. Medios cartistas manifiestan: “el gobierno cedió ante presiones terroristas”. El presidente declara que se entera por la prensa y, rápido de reflejos destituye al ministro de Justicia Édgar Taboada y a la directora de la cárcel de mujeres. Aprovechando el interés que despierta el féretro itinerante, Mario Abdo, pide disculpas a los familiares de las víctimas, pero no se priva de aprovechar el escenario para la esgrima electoral: “Pobrecitos, (ellos) no hicieron nada cuando estuvieron en el Gobierno y le ganamos en todo, en cantidad de rutas, en cantidad de inversión en salud; ellos abatieron a dos del EPP y nosotros a más de 12. Los resultados están a la vista”.
La confusión de los policías que cargan el cajón es evidente, y ya en el interior de la cárcel una contraorden les manda para afuera. Adentro, Carmen Villalba, en medio de arengas y proclamas, reclama que el féretro permanezca. El alma de Osvaldo Villalba no sale de su asombro al verse tironeado por un grupo que lo retiene y el otro que lo expulsa. Todos quieren darle sepultura, pero aún falta bastante. El Abogado José Casañas Levi le pone su toque dramático a tanto extravío y remata: ¿Quién dice que dentro de ese ataúd había un cuerpo? ¿Cómo se sabe? ¿Qué pasa si no había o había armas, explosivos?”. Otro jurista, Diego Lansac, no pierde la oportunidad y echa mano al jurista y filósofo austriaco Hans Kelsen, que también se hace presente con su famosa Pirámide: “lo que no está expresamente prohibido, está permitido». Los gremios de guardia cárceles y funcionarios penitenciarios repudian la decisión de permitir el ingreso del ataúd de Osvaldo Villalba a la cárcel del Buen Pastor, pues consideran que se trató de un procedimiento con múltiples irregularidades para privilegiar a terroristas. “Fue la pifiada más grande del Estado por no encontrar a quién vamos a responsabilizar”, señaló Elizabeth Millán, Secretaria General del Gremio de Guardia cárceles. Desde el más allá y con justificado asombro, Osvaldo Villalba observa el debate generado y los duros enfrentamientos que nunca logró instalar en la agenda pública, mientras permanecía clandestino y oculto en el monte.
Peregrino sin camino
Nuevamente con el cuerpo en la calle, nadie entiende este cortejo itinerante encabezado por un cajón fúnebre, y la proximidad del cementerio La Recoleta se impone como el destino más racional. Hacia allí parten nuevamente, cuando la información que recorre profusamente el país llega a oídos de los miembros de la Junta Municipal de Asunción y el Concejal Alvaro Grau -de Patria Querida-, pega el grito: “No podemos permitir que el día de mañana terroristas y criminales vayan a peregrinar hasta el cementerio municipal de la Recoleta”. En verdad allí ya descansa mucha gente y no se conoce que se haya solicitado antecedentes policiales para ser sepultado. De ser así, varios hubieran quedado deambulando por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo.
El intendente de Asunción no se queda atrás y se suma al coro de voces: “Conversé con los responsables y les exigí que pongan sus cargos a disposición por inútiles. No sólo los funcionarios sino las cabezas que fueron presionadas y se dejaron manipular, pero más bien por inutilidad”. Los pobres sepultureros, cuya diaria rutina es ingresar cadáveres, jamás pensaron que quedarían en la calle por cumplir con la función para la que fueron contratados.
Con el correr de los días, el Intendente Nenecho Rodríguez cae en la cuenta de las responsabilidades de su función, y opina ante los medios que la cárcel del Buen Pastor no está ubicada en un buen lugar. “Se debería sacar de Asunción y allí poner otro negocio”.
Seguramente ha pasado por allí incontable cantidad de veces, pero su cabeza no estaba en modo intendente sino en modo bailarín. Y sí, desde ese lugar de la farándula es difícil pensar en la ciudad como un lugar hospitalario y para el bienestar común. Es más, no es necesario pensar en “UN NEGOCIO”. La ciudad debe ser el espacio amable para sus habitantes y si quiere un ejemplo, solo tiene que hacer 1200 kilómetros hasta la ciudad de Córdoba. Allí existió una cárcel de mujeres con el mismo nombre, y desde hace años, en su lugar funciona un museo de las víctimas de la dictadura militar y un hermoso paseo, lugar obligado para el turismo.
A pesar de las declaraciones del Intendente y las solicitudes de la Junta Municipal para su expulsión, el cajón permanece en la Recoleta, en un panteón seguramente cedido por algún espíritu cristiano que se apiadó del trajinar, sin rumbo ni sentido, del féretro de un guerrillero fuera de época.
Pocas veces antes, Osvaldo Villalba, había sido tapa de los medios, y omnipresente en cuanto informativo hubiere. Se murió sin saber, que para ser reconocido y estar vivo entre los muertos, solo tenía que partir en plena campaña electoral, en un país detenido en el tiempo.