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La “Sustancia E”

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Por Cristian Nielsen

La irrupción del coronavirus en el mundo puso en primer plano a la medicina de muchas maneras. La principal de ellas, que prácticamente no hay nada que hacer cuando la enfermedad se declara en cualquiera de sus etapas. 

¿Nada que hacer? En realidad sí, aunque hay que prepararse con anticipación y esa es una actitud que muy pocas personas adoptan.  Ya sabemos lo del lavado de manos, el alcohol en gel y el aislamiento, que son como la última trinchera desde donde defenderse del asalto final.

Es el campo de la inmunología en donde se libran las batallas más importantes. Esto significa que, con asistencia médica apropiada, el cuerpo puede reforzar sus mecanismos de respuesta ante la invasión de agentes patógenos, entre ellos, el virus con código de espía de la guerra fría, Covid19.

Yo tuve mi primera experiencia periodística con la inmunología hace ya más años de los que quisiera recordar.

“Boludeces”

Ser un pinche de redacción tiene algunas ventajas , porque te mandan a todos los lugares a donde los demás no quieren ir. Frecuentemente son temas tediosos y difíciles de abordar, sobre todo para un principiante con muy pocos recursos en la profesión. Pero a veces te toca la lotería.

Comenzaban los años ’70 y yo estaba en La Tribuna, un matutino ya desaparecido. 

Por entonces la televisión era incipiente y pasaba series, películas viejísimas en blanco y negro y los noticieros eran aburridos y predecibles. La mayor parte de las radios simplemente pasaban música y las redes sociales no existían ni siquiera en las historietas de ciencia ficción en las que la idea más jugada era la “televisión pulsera” de Dick Tracy. 

¿Cómo nos enterábamos de los temas?. 

Generalmente, a través de una llamada telefónica de algún amigo, un artículo amarillento en una revista editada un par de meses atrás o el poderoso radio so’ó que por entonces tenía imperio, el cual sólo habría de ceder a otra herramienta aún más potente, el whatsapp, pero medio siglo más tarde.

Un día llegó a la redacción el dato de que en un laboratorio asunceno se estaban ensayando las virtudes terapéuticas de lo que se denominaba “autovacuna”, un tratamiento para mitigar el dolor producido por enfermedades terminales, en especial, el cáncer. 

“Boludeces” aseguró uno de los jefes que completó la sentencia con el consabido “Mandalo a Nielsen”.

Nielsen no sabía un corno de nada. Así que fui a la misión con la desagradable sensación del que se interna en una especie de tierra de nadie. Un  par de décadas más tarde comprendería que aquella no fue una sentencia sino una oportunidad para impregnarme de algo que la casi totalidad de los paraguayos de entonces  –y me atrevería a decir de hoy- desconocían por completo. 

 

La “Sustancia E”

Fue así que llegué a un laboratorio de análisis clínicos ubicado relativamente cerca de mi casa en Ciudad Nueva y que llevaba el nombre de La Esperanza. Allí me recibieron tres personas cuyos rostros recuerdo claramente hasta hoy: el Dr. Alberto Miquel, el doctor Juan Carlos Zanotti Cavazzoni y la doctora Juana Malvetti

Eran profesionales con una mente rigurosamente científica, pero conscientes de que debían reducir su mensaje al nivel del proto periodista que tenían enfrente. 

Así me enteré de términos como inmunología, enfermedades autoinmunes, sustancia “E”, los trabajos del doctor Esculies… y cosas como esas. 

Años más tarde, en 1982, en un artículo publicado en la Revista de la Sociedad Científica del Paraguay, el doctor Miquel definiría los hallazgos que, realizados por el doctor Esculies hacia los años ’40 y ’50, se concretarían en procedimientos terapéuticos rutinarios.

“El Prof. Dr. José Esculies vislumbró la amplitud de la acción biológica del primer autoantígeno (bioestimulador H.L.), al cual él denominó “Substancia E” por ser eteroextraible, pero no pudo determinar su composición” relata el Dr. Miquel, quien agrega. 

“El mérito de este hecho –definir la composición de la sustancia- es del Prof. Dr. Juan Carlos Zanotti Cavazzoni, quien la menciona en su trabajo Inmunidad y Cáncer que presentara como relator en el II Congreso Iberoamericano realizado en San Sebastián (España) en 1.973”.  

Miquel señala que “las perspectivas que tenía el Prof. Dr. Esculies fueron ampliadas en gran medida, tanto clínica como laboratorialmente, por el equipo de científicos del laboratorio La Esperanza y un servidor. Así mismo estamos seguros que en el futuro vendrán otros que mejorarán este trabajo que deseamos esbozar en estas páginas con todas las imperfecciones que pueda tener el quehacer humano”.

Rigurosamente actual

Puse este párrafo de difícil comprensión para legos -pero rigurosamente exacto porque fue extraído de una publicación especializada- sólo para dar cuenta de que la medicina paraguaya estaba, hace ya más de medio siglo, en el camino correcto que se sigue en numerosos centros de investigación del primer mundo. La inmunología se ha convertido en una vasta área de investigación que deriva en el tratamiento de muchas enfermedades del llamado “espectro autoinmune”, entre ellas la artritis reumatoide, el lupus, la esclerosis múltiple, la enfermedad celíaca y decenas de otros trastornos incluidos los distintos tipos de cáncer.

Hoy estos tratamientos derivados de aquellas pioneras investigaciones del Dr. José Esculies son parte del día a día del centro médico que sigue llamándose La Esperanza y que ha sistematizado los hallazgos de la inmunología en procedimientos de rutina médica. 

Y no puedo resistir a la tentación de concluir este artículo con esta reflexión:  si los doctores Escúlies, Miquel, Malvetti o Zanotti Cavazzoni hubieran integrado los claustros científicos de Harvard o John Hopkins en Estados Unidos, hoy serían premio nobel de medicina.

Equipo Periodistico
Equipo Periodistico
Equipo de Periodistas del Diario El Independiente. Expertos en Historias urbanas. Yeruti Salcedo, John Walter Ferrari, Víctor Ortiz.

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