Comentario 3×3
Hay una vieja expresión popular que “dice dime con quién andas y te diré quién eres”. Eso parece aplicarse bastante al sector público, donde hay que preguntar a nuestros altos funcionarios de dónde provienen y quiénes son su yunta, como se dice en la expresión popular.
En el Paraguay pareciera que no tuviéramos suficiente aprendizaje y de que los peores grupos son aquellos que operan como grupos delincuenciales, como asociaciones que impulsan que alguien llegue a un cargo determinado y desde allí para apropiarse de lo ajeno.
Esto se puede ver ahora con el escándalo del viaducto Crochet, donde el ministro de Obras Públicas y pastor evangélico, Arnoldo Wiens, está metido en un enjuague en el que realmente parece sospechosa la cuestión de la intervención a un departamento suyo donde su encargado denunció la presencia frecuente y permanente del cuñado del presidente de la República, quien también forma parte de una iglesia, de una secta protestante.
O sea, ya tenemos todos los elementos que se reproducen después en el comportamiento de otros altos funcionarios. Creíamos que las sectas y los grupos protestantes serían una alternativa de moralidad a la función pública paraguaya.
Nos estamos desayunando con la confirmación de que siguen siendo paraguayos nomás y operan bajo las mismas pautas de conducta de nuestra sociedad, que realmente no se diferencian mucho de los masones, de los correligionarios, de cualquier partido político, o de los familiares que suelen ser generalmente los que más presionan cuando una persona llega a un alto cargo.
Deberíamos entender cuál ha sido el mensaje de todos estos grupos religiosos a lo largo de este tiempo, y más todavía cuando ya forman parte de movimientos políticos intensos como el que se dio en los Estados Unidos con Donald Trump. Podríamos estar en la antesala de lo que sería de nuevo una lucha de sectores de intereses económicos usando la política como bastón.