Sonados casos judiciales de corrupción vuelven a caer en saco roto en materia de investigación de fiscales.
Lamentablemente la fiscalía ha tenido un protagonismo a favor de la impunidad y no a favor del castigo a los corruptos que se han sentido muy seguros, respaldados desde la política para que nunca les tocaran.
El brazo de la justicia, que es un muñón en nuestra estructura orgánica como República, nunca les alcanza lo que debiera.
El caso del exgobernador del Guairá y Senador Friedman, es una cuestión ejemplar de lo mismo; se le acusaba con pruebas, con testimonios, con hechos que tendrían que haber significado una sanción dura a un Gobernador que no usó bien los recursos para los que fueron destinados en principio. Ahora la fiscala Alcaraz dice -de nuevo- que esto no tiene nada que ver y que le levanta los cargos.
Y si miramos otros antecedentes y vemos que también, la misma fiscal ha sido funcional a los protagonistas políticos de casos de corrupción.
Una fiscalía sometida a la política, a la voluntad de un líder político -como el caso de Cartes- le hace muchísimo daño a nuestra democracia y hunde en el descrédito al sistema judicial en su conjunto. Lo que estamos observando es una decadencia acelerada, permanente y descarada de la justicia en nuestro país.