Nos encontramos en tiempos donde el acceso a la información es fácil,
paradójicamente, esta abundancia ha generado una falsa sensación de sabiduría. La
ilusión del conocimiento ocurre cuando creemos saber más de lo que realmente
comprendemos, simplemente por haber leído titulares sensacionalistas, visto videos
breves o repetido frases como si fuéramos loros. Esta superficialidad disfrazada de
entendimiento nos aleja del pensamiento crítico y nos vuelve vulnerables a la
desinformación.
Tanto las redes sociales como los motores de búsqueda han democratizado el saber,
pero también lo han fragmentado. En lugar de fomentar una reflexión profunda, nos
empujan hacia respuestas rápidas y reducidas. El conocimiento real exige tiempo,
esfuerzo y cuestionamiento. Sin embargo, en la mala costumbre de la inmediatez,
muchos confunden opinión con verdad. Esta confusión alimenta discursos polarizados
y decisiones mal fundamentadas.
Aparte, hay que reconocer que la ilusión del conocimiento puede dañar el aprendizaje.
Cuando creemos que ya sabemos algo, dejamos de investigar, de preguntar, de dudar.
Esta actitud limita nuestro crecimiento intelectual y emocional. Reconocer nuestra
ignorancia no es señal de debilidad, sino de madurez. Solo quien acepta que no lo
sabe todo está en condiciones de aprender y comprender cosas nuevas.
En un mundo donde la apariencia de saber pesa más que el saber en sí, es urgente
recuperar conocimientos genuinos. No se trata únicamente de acumular datos, sino de
entenderlos, conectarlos y aplicarlos con cierto criterio. La verdadera sabiduría no se
encuentra en lo que decimos saber, sino en cómo enfrentamos lo que aún no
comprendemos.

Licenciado en ciencias politicas (UNA), editor, comunicador, productor y editor de contenido creativo para medios de comunicacion o intereses particulares
