Seguimos viendo aflorar durante la pandemia que nos agobia, como un rio en bajante acentuada, situaciones, carencias y deficiencias que en condiciones normales quedan invisibles, ya sea por indiferencia, por conveniencia política o por simple incapacidad de gestión.
El ministro de Educación acaba de despedirse hasta el año que viene. Con semejante anuncio oficial, hay que considerar el 2020 un año perdido. El abrupto “game over” del ministro no estuvo acompañado de un cuadro de situación resumiendo la enormidad que significa perder un año escolar entero. No se trata de un campeonato de la APF o del recital de Soda Stereo. Son casi un millón y medio de alumnos de la enseñanza escolar básica y del bachillerato que quedan al garete, sin una idea clara –al menos por el momento- de si el año queda incompleto o simplemente perdido, si hay formas de mitigar el desastre y cuál sería el sistema y metodología para atenuar el estado de emergencia y salvar lo salvable.
Un puñado de países de América Latina están en condiciones de capear el temporal. Cuando la pandemia golpeó a Chile, el presidente Piñera puso en marcha un mecanismo de compensación al casi inmediato cierre de las aulas y la educación presencial. Ahora, la educación a distancia está siendo administrada por el Ministerio de Educación, Anatel (la Conatel chilena) y un órgano llamado Consejo Nacional de Televisión, una herencia de la dictadura pinochetista que subsiste en Chile y que permite al Gobierno vigilar y regular los contenidos de la televisión. Esto le permite al MEC administrar las emisiones de TV Educa Chile que transmite desde las siete de la mañana hasta las once de la noche, presentando material pedagógico y educativo.
Excepción hecha del fascistoide Consejo Nacional de Televisión, las demás instituciones existen en el Paraguay, desde Conatel hasta la TV pública pasando por el MEC. ¿Por qué entonces, cuando Chile activa un sistema y el sistema funciona, en el Paraguay nos hundimos en un continuo pase de facturas, achacando el fracaso de la educación a distancia a la mala calidad de internet, a la indiferencia de los padres o al año bisiesto? ¿No será por la falta de políticas de Estado, agravada por el desfile de diletantes en una cartera de semejante gravitación como Educación?