No olvidemos lo que vivimos o estaremos condenados a repetirlo, tarde o temprano.
Hemos tomado prestado, ante el riesgo consciente de degradarlo, este pensamiento del filósofo español Jorge Ruiz de Santayana. El reciente informe de Latinobarómetro sobre el grado de compromiso con la democracia que exhibimos los paraguayos en el contexto continental nos deja en un podio para nada envidiable. Resumiendo, la consultora asegura que a siete de cada diez ciudadanos no le importaría vivir bajo un gobierno no democrático si le resolviera los problemas frente a los cuales los siete gobiernos sucedidos desde 1989 se han mostrado impotentes o indiferentes. Lo que no se explicita en el informe -tal vez porque no es su propósito- es el costo de lo que involucraría tal renunciamiento.
No intentaremos una explicación sobre esta conducta pero tal vez sea producto de la negación o el desconocimiento de un régimen que durante 34 años dominó el país. El próximo 31 de diciembre habrá en el Paraguay 4.697.570 habitantes, el 62% de la población total con menos de 34 años (INE Censo 2022). Podríamos deducir que en su gran mayoría, esta masa poblacional acusa una vaga idea sobre lo que ocurría en los días en que sus padres buscaban emerger de una bruma toxica y opresiva. ¿Se preguntan alguna vez cómo lo hicieron? Sólo en tren de ayuda para una hipotética búsqueda de respuestas arriesgaremos enumerar lo que significó vivir bajo un lema lleno de tinieblas: el precio de la paz.
Aquí van algunos de sus “principios”.
-La delación como instrumento de dominación y control.
-La autocensura, siempre presente en el ejercicio del periodismo. Quienes la superaban pagaban las consecuencias con cierre de medios (Ñandutí, ABC, El Radical, El Pueblo) y encarcelamiento de periodistas.
-El miedo como segunda naturaleza, que obligaba a susurrar en público por las dudas.
-La única verdad era la verdad oficial. Si el rio Paraguay se desbordaba no inundaba sino que fertilizaba las tierras, como el Nilo.
-El anticomunismo como doctrina lo impregnaba todo, desde lo económico hasta lo social y cultural.
–La calle era de la policía, no del ciudadano. Ley no escrita que autorizaba despejar a garrotazos y alambre trenzado cualquier manifestación o simple reunión de tres o mas personas.
–Partidización de las Fuerzas Armadas y politización de la Policía Nacional, convertidas en instrumentos de disuasión de cualquier intento de elevar voces y actitudes disidentes.
–Colonización de la justicia con elementos leales, empezando por la Corte Suprema.
-Reducción de la Junta Electoral Central (antiguo mecanismo de realización de elecciones) al papel de validador de resultados electorales acomodados al régimen. (“Hasta le dimos algunos votos a la oposición para que no se queje” bromeaba Stroessner en jornadas electorales en las que nunca obtenía menos del 70%).
–Encarcelamiento sin orden judicial, confinamiento, tortura, asesinato, desaparición y expulsión del país de opositores indoblegables.
–Práctica sistemática de la corrupción instaurada desde el Estado y entusiastamente secundada por los socios del régimen.
–Lema I: “A los amigos todo, a los enemigos palos y a los indiferentes la ley” (Doctrina Alsina).
–Lema II, el preferido de Stroessner: “O café o leche, nunca café con leche”, adaptación del anatema del Apocalipsis “puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de Mi boca”. El Dictador necesitaba tener siempre claro a quien premiar y a quien dar un puntapié en el trasero.
-La radio y la TV estatales al servicio de la propaganda y del combate ideológico degradado: Radio Nacional (Cadena oficial y La Voz del Coloradismo), Canal 9, cuyo noticiero central era una gacetilla audiovisual de las actividades diarias de Stroessner; Diario Patria, vocero oficial y difusor de la ortodoxia colorada.
–Coloradización de la educación, con instrumentación de las supervisiones escolares y copamiento de los centros estudiantiles, con énfasis en los universitarios.
-Prohibición de los debates públicos cuya inexistencia en los medios de prensa dejaba huérfana a la opinión pública, que rápidamente reemplazaba la información por el rumor y el trascendido.
Este es un sobrevuelo enormemente incompleto de lo que el país soportó durante 34 años, unas veces aletargado por la máquina de aplastar disidencias y otras convertido, por cansancio y hartazgo, en instrumento de un statu quo letal para cualquier intento restaurador de libertades.
Recordar para no repetir.