Recuperarse es el signo latente en la vida de cualquier accidentado. De eso depende todo lo que vendrá.
Si uno sobrevivió al percance, lo primero que desea es estar recuperado, despierto y haciendo lo que hacía o imaginando haciéndolas mejor, o en otras actividades nada usuales en la vida. La recuperación es fundamental en estos procesos.
Es lo que mi mente experimentó cuando años atrás me quitaron del vehículo que conducía luego del choque que sufrí, contratiempo en el que dos personas desafortunadamente perdieron la vida. Por milagro según las personas que tuvieron contacto conmigo en ese momento, continúo respirando, viendo, oyendo y sintiendo. Sentidos que sirven para captar información de afuera de nuestro sistema para lograr concluir objetivos en nuestro día a día.
Un 27 de noviembre del 2011 mi vida dio un giro copernicano, bajando no solo un cambio sino diría que hasta el fondo mismo, para salir milagrosamente y empezar el largo camino de la rehabilitación. Desde el momento que abandono la terapia intensiva, era otra persona por cómo lucía, lo que pasaba por mi mente y la agenda que iba a ser mi existencia de allí en más.
Un largo proceso
Desde las 8 am hasta entrada la tarde en rehabilitación en varios centros de recuperación o trabajando con terapeutas en casa para volver a tragar, hablar, ponerme de pié, pensar mejor y usar los miembros que quedaron bastante dañados. Haciendo ejercicios que en su momento pueden parecer absurdos y patéticos pero están en la agenda de toda persona que haya logrado salir con vida de un accidente, para volver a estar cómo antes o lo mejor posible, recuperar la autonomía, dejar de usar las sillas de ruedas, andador o bastón y vivir sin la constante compañía, cuidado o atención para evitar que seamos víctimas de más eventualidades.
Aquella mañana calurosa del domingo de noviembre, perdí habilidades físicas, mentales más gané una experiencia y oportunidad para conocer a gente de bien que dedica su tiempo, conocimiento energía y experiencia para ayudar a personas accidentadas, sobrevivientes, personas que existen y están entre nosotros de forma callada y quieta por discapacidades, pero con la voluntad, fuerza y ganas de otra galaxia sacando fuerzas de donde no hay para hacer realidad la autonomía y autosuficiencia.
Agradezco a la vida también por haberme dado la oportunidad de volver a ver, escuchar, sentir y hablar con esta gente que representa un porcentaje importante de la población paraguaya. Que no es cualquier número ya que hablamos de un 1.340,800 paraguayos que no pueden ver, escuchar, hablar o moverse por sí mismos. Más así y todo continúan viviendo trabajando y con esperanzas de recuperarse pronto para volver a integrarse al mundo en paz y salud en sus tareas.
Que por las limitaciones con las que dejan el haber sido víctimas de un accidente no podemos emular, copiar o mejorar, más nunca dejamos de tener la posibilidad de añadir algo bueno a cualquier iniciativa, cómo lo hago diariamente escribiendo aquí hace más de un año con una mano y la cabeza golpeada. Limitaciones que no significan un obstáculo sino un estímulo para seguir adelante con más ganas de usar mi mente para hilar con palabras ideas que veo son leídas por la gente en el portal.
Mucho por hacer en lo público