La Secretaría Nacional Anticorrupción denunció la presencia de un avión 747 de tripulación iraní que se encuentra bajo fuerte investigación en Argentina.
La Fiscalía ha nombrado a los dos fiscales especialistas en darle largas a los asuntos más críticos que les ha tocado, y haciendo que probablemente esto se difumine en el tiempo. Nadie va a saber por qué el avión iraní, acusado de detener en su tripulación a gente con vínculos con el terrorismo, llevó más de US$ 780.000 en cigarrillos hasta Aruba, carga que fuera adquirida por otra empresa de Cartes en los Estados Unidos.
Todo esto lleva a suponer una serie de conjeturas que deberían ser dilucidadas en la Fiscalía General del Estado que ha sido -hasta ahora- bastante sirvienta del grupo Cartes en todos los casos en que ha tenido que investigar alguna cuestión referida a sus negocios. No tenemos muchas expectativas ni esperanzas en que las cosas cambien en estas circunstancias. Es probable que exista alguna presión internacional de Estados Unidos o Israel, o el sesgo de las investigaciones en Argentina lleven a un callejón sin salida, la fiscalía haga algo, pero creer que los nuestros harán una cuestión decisiva en este tipo de cosas es muy poco probable.
Las instituciones públicas paraguayas están coludidas -en su gran mayoría- con la criminalidad y la delincuencia. De ahí que no se encuentran ni moral ni éticamente capaces de enfrentar ninguna investigación con éxito, porque iría en contra de sus propios intereses.
El caso del avión iraní, la denuncia de la Secretaría Nacional Anticorrupción a la Fiscalía General del Estado, es el eterno circuito de algo que ya conocemos nunca termina para bien de la sociedad.