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El retorno a la frugalidad

Un estilo de vida puede ser util o inutil de acuerdo a cómo hagamos uso del mismo, podemos ser consumistas y materialistas y hacer que esto nos deje en bancarrotas rápidamente u optar por la austeridad que consiste en la negación de los placeres materiales, ser austero, parco, sobrio, prudente y templado probablemente pronto reemplace al consumo que hacemos para lucir o creernos mejor que las personas que formen nuestros entornos sociales. 

Un estilo, forma o moda de vida que probablemente reemplace al consumo para dar paso a la frugalidad o la cualidad de ser prudente, pasivo, ahorrativo y económico en el uso de recursos consumibles, menos ropa, accesorios o artilugios por lo justo y necesario o gastos en viajes, comida, vivienda o lo que sea que afecte el estado de nuestras cuentas bancarias. Debemos tener  los fondos necesarios para hacer frente a lo prioritario en nuestras vidas, porque no representan dividendos que tendremos siempre si logramos controlar ese impulso por tener algo que nos puede servir o no si realmente es usado en el tiempo, lugar y con quien fue pensado en ser empleado.

 

Aplicar nuevos modos

 

La frugalidad se trata de una cualidad (o virtud, si lo  prefiere), deriva del latín fructus, o bien de frux-frugis, que vienen a significar más o menos lo mismo (‘fruto’).

 

Esta manera de existir en el planeta podría reemplazar la tendencia de querer tener cosas por el simple hecho de tenerlas nada más sin que cumplan la tarea para la que fueron diseñadas, ofertadas y consumidas. 

 

Al slow life (vida lenta) se sumaría la moda del ser frugal para juntos convertir e incidir en lo que actualmente existe para empobrecernos de lo material y recursos para cubrir deudas, gastos médicos, educativos, alimentación, transporte o alquiler de nuestras viviendas. 

 

No se trata de ser “tacaño” o avaro con los gastos sino solo ser consciente del para qué y porque haríamos gastos cuestionamientos y tiempos de reflexión que nos pueden servir para tener más y perder menos tiempo dinero, energía y lo que sea que usemos para llegar a ese producto o servicio. Porque el consumismo trae consigo serias consecuencias y no solo para nuestros bolsillos sino también para;

  • Medio ambiente: puede llevar a la contaminación, la destrucción del ecosistema y el calentamiento global. El sobreconsumo, o consumo excesivo, puede sobrepasar la capacidad sostenible del ecosistema y conducir a la degradación ambiental y al agotamiento de los recursos.
  • Sociedad: puede contribuir a la mala distribución de la riqueza. Por ejemplo, la preferencia de productos innecesarios o fácilmente sustituibles de una población que son producidos en otra región puede desequilibrar la balanza comercial entre las regiones.
  • Economía: puede atentar contra el desarrollo de los países y contra el propio modelo, ya que puede destruir materias primas y energía, y hacer poco sostenible el sistema de producción en el mundo.

Todo esto  implica tener cuidado con cómo nos dejamos llevar por la publicidad y lo que hacemos con nuestros ahorros, que pueden dejar de existir en pestañeos hoy día por el valor que presentan las herramientas y servicios que nos deben servir para fines específicos y  no ocupar un lugar en nuestros armarios, habitaciones, escritorios u oficinas.  Es cuestión de saber y de aplicar.

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