En este mundo de hoy, dominado por la rutina diaria y pantallas, encontrar un espacio
para la creatividad es algo que muy pocos pueden permitirse tristemente. Dedicar
tiempo y esmero a actividades como la pintura o la música no se trata siempre de
buscar la perfección o la validación ajena. Ante todo, podría ser un gesto de
autenticidad en una realidad que por lo general premia la uniformidad.
La esencia de una afición creativa reside en su capacidad para aumentar la
autoexpresión. Al escribir o dibujar, canalizamos ideas y puntos de vista únicos. Es un
proceso que nos permite expresar eso que llevamos dentro, dándole formas y colores
a nuestras más complejas ideas. Es sin duda, un diálogo con nosotros mismos que se
materializa en lo tangible. Solo así logramos mostrar aspectos que con palabras no
podríamos.
Aparte del enriquecimiento personal, estos pasatiempos son salvavidas para la mente.
La inmersión que lleva pintar o dibujar un cuadro, componer una melodía, son formas
de meditación activa. Nos ayuda a concentrarnos en el presente y a olvidar
momentáneamente los problemas del mundo exterior, del estrés acumulado. Este
estado de concentración nos libera y a la vez, brinda energía para mantener la mente
en calma.
Integrar alguna practica creativa a nuestras vidas no debe ser un lujo, sino una
necesidad por el bien de nuestra salud mental. Son inversiones para nosotros mismos,
para fortalecer la autoestima y desarrollar resiliencia. Aquí no importa el resultado final,
sino el proceso de conectar con nuestra voz interior. En una sociedad que prioriza la
productividad, crear por puro placer de hacerlo es un recordatorio de que estamos
vivos.

Licenciado en ciencias politicas (UNA), editor, comunicador, productor y editor de contenido creativo para medios de comunicacion o intereses particulares
