Casi toda América Latina fue promulgando sus diferentes constituciones con una fuerte impronta presidencialista, situación que se prolongó durante buena parte del Siglo XIX. Poco a poco surgieron las primeras críticas a esta concentración de poder y aparecieron los primeros estudios sobre las relaciones Ejecutivo-Legislativo. Paraguay, que venía de una fuerte concentración de poder durante más de 35 años, trató en la Constitución de 1992, de darle mayor poder al Legislativo a fin de equilibrar los poderes, desarmar el autoritarismo y atribuciones imperiales de Stroessner, que había dispuesto a su gusto y paladar cómo se movían, no solo las personas, sino hasta las hojas de los árboles.
Lo cierto es que la impronta presidencialista, lejos de agotarse, goza de muy buena salud a lo ancho y largo del territorio nacional. Podemos ir desde la cooperativa más humilde, pasando por la Federación sindical más poderosa y así recorrer diferentes instituciones, para terminar en los partidos políticos, quizá la muestra más elocuente de esta recurrente “vocación presidencial”.
Desde la recuperación del Estado de Derecho en 1989, lo que han sobrado han sido pujas, tensiones, zancadillas, modificaciones inescrupulosas de estatutos partidarios, trampas, desembolsos millonarios y todo tipo de argucias, con tal de poder ejercer la primera magistratura del Estado. En 31 años, nunca un renunciamiento o paso al costado o gesto de generosidad ética.
Siempre haciendo espadas y no entre caballeros, sino de la forma más vulgar, a plena luz, aunque para ello fuera necesario violar la voluntad soberana y la inocencia democrática. Pasaron varios presidentes con distintos libretos, pero casi que estamos, como antes de empezar.
Resulta casi imposible medir con certeza si una carrera específica ayuda a tener un mejor desempeño. Mario Abdo Benitez tiene una licenciatura en marketing en Estados Unidos, pero a juzgar por estos dos años, no es el mejor promotor de su figura. Está bastante lejos de comunicar bien y dejar convencida a la ciudadanía de su «proyecto decente»; llegando «al corazón del pueblo», y los compromisos de «ganarme la confianza, con mi gestión y de ser un factor de unión y reconciliación en el Paraguay”, palabras surgidas luego de conocer su elección como presidente. Es casi imposible medir con certeza si una carrera específica ayuda a tener un mejor desempeño. Para hacerlo bien, no solo hacen falta habilidades y competencias.
El inefable Quino dejó para la historia una caricatura de Mafalda en la que uno de los personajes, Miguelito, se preguntaba “si hay tantos problemas con los malos presidentes, ¿por qué no se crea una escuela de presidentes?”, luego Mafalda indagaba sobre quiénes podrían ser los profesores y ahí el pobre Miguelito terminaba desvelado sin respuesta, según propias palabras de Quino. Lo cierto es que Mafalda aún no se había traducido al guaraní y tampoco conocía el significado del Tendota.
El propio Calé Galaverna, en octubre del 2019 señalaba “…el carácter de nuestro presidente no es el carácter estimado por nosotros los paraguayos. El paraguayo prefiere un presidente autoritario. Es nuestra cultura”. Durante el período anterior el propio Horacio Cartes se había encargado en cuanta oportunidad apareciera de auto referenciarse como el nuevo Tendota de la ANR.
No cabe duda que el nuevo Tendota no abandona su vocación, con banda presidencial o sin ella. Mientras tanto, el primer mandatario pasa por todos los estados de ánimo, que van desde recibir como titular y CEO de la empresa Lamborghini en América Latina a un impostor que nada tiene que ver con dicha empresa. Foto en la primera plana de los diarios y papelón nacional. Como si esto fuera poco, luego pone otra vez la cara para proteger a su vicepresidente Hugo Velázquez, quien encomendó a su delfín Joselo Rodriguez para el sonado caso de Itaipú, que le costó la cancillería a Castiglione. Y para celebrar el final de año, casi se le termina atragantando el pan dulce en plena navidad con el Procurador Sergio Coscia, que había encargado a los reyes magos la miserable suma de siete millones de dólares, para ver la estrella de Belén, luego de 800 años.
¿Nuestro presidente es el último que se entera o está convencido, que hay indulgencia plenaria por ignorancia? Son demasiados casos en muy poco tiempo y no se puede fingir ignorancia u olvido por la pandemia, sequía y otras calamidades que le persiguen desde que asumió.
Un nuevo año por delante y ya no hay tiempo para nuevos aprendizajes. Tampoco puede saberlo todo. Para ello hay que saber rodearse de gente capaz y competente. Tal vez eso sea lo más difícil de resolver: elegir los funcionarios adecuados, cuando los criterios de selección no son la profesionalidad y la eficiencia, sino un constante coro de aduladores, que cotidianamente te repiten: “no hay nadie como vos, naciste para Presidente”.