Sólo hay tiempo para el Presidente de la República
Lamentamos decirle al señor Mario Abdo Benítez que no fue elegido para ser un ciudadano común sino para ejercer el cargo de Presidente de la República. Hizo campaña para convencernos de llevarlo al Palacio de López, calzar la banda tricolor, sentarse en el sillón y ejercer la primera magistratura de la República. Tiene demasiado que hacer para declararse, a estas alturas, un ciudadano común. Esa condición la recuperará el 15 de agosto de 2023, cuando traspase el mando a su sucesor.
La Constitución le marca al Presidente de la República 16 deberes y atribuciones indelegables. Veamos algunas de ellas. Por ejemplo, el manejo de las relaciones internacionales. Con Brasil se ha restablecido gran parte del intercambio habitual, con todos los protocolos que sería aburridor enumerar una vez más. Pero con Argentina, uno de nuestros principales socios comerciales y residencia de miles de paraguayos emigrados y sus descendientes, la frontera sigue cerrada, los aeropuertos casi inactivos y el tráfico comercial legal a cuentagotas mientras prolifera el contrabando como en las mejores épocas. No le envidiamos la misión al Ministro Euclides Acevedo, que está intentando dialogar con un Presidente argentino cascoteado por todos lados rumbo a elecciones de medio término (renovación del Congreso), un canciller prácticamente inexistente y una política exterior extrañamente volcada hacia dictaduras como Venezuela, Cuba y Nicaragua y flirteos con autócratas como Putin y Jinping. En semejante escenario, la mano que juega el Presidente de la República es difícil y compleja, pero indelegable.
Como Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas y jefe directo de la Policía Nacional, el Presidente de la República tiene ocupación suficiente para todo el día intentando, por un lado, encaminar lo mejor posible el combate a la banda armada que opera en el norte de la Región Oriental y que es mano de obra del narcotráfico. Por el otro, lograr que la policía mejore su performance de lucha contra el delito organizado y el ocasional, un quebradero de cabeza en la tarea de recuperar niveles de seguridad interna aceptables.
Además, como principal CEO de la economía, su deber es vender lo mejor posible la imagen de un país con números macro con potencial para alentar tanto la inversión extranjera como la criolla.
Como se ve, no hay tiempo para el ciudadano común.
Sólo para el Presidente de la República.
