Gabinete, jefe de gabinete, primer anillo, asesores… todos eufemismos vacíos de contenido cuando del Presidente Mario Abdo Benítez se trata.
El cargo de asesor tal vez alcance algún significado, digamos, con Donald Trump, que los eyecta sumariamente cuando él cree que le han fallado.
Pero, ¿para qué sirve un asesor? La función resume una serie de condiciones imprescindibles para el cargo. Un asesor debe ser, antes que nada, un buen estratega y, por lo tanto, un excelente planificador, lo cual exige al mismo tiempo racionalidad y metódo en el análisis de escenarios. Sin embargo, hay una condición que generalmente no aparece en los manuales de procedimientos y que es clave para el desempeño en la función: tener olfato agudo para detectar posibles emboscadas o encerronas que puedan comprometer a su asesorado.
Si el primer anillo de colaboradores de MAB fue incapaz de preservar a su presidente de un papelón internacional ya debería estar fuera y sin la relamida y mentirosa fórmula de “gracias por los servicios prestados”. El “caso Lamborghini” tiene que haber despertado en MAB un músculo que quizá lo haya tenido dormido, tanto descansar en sus “asesores”. Y es el músculo de la desconfianza. Debe mezquinar sus apariciones con personajes desconocidos, sobre todo, los que se escudan detrás de esa entelequia llamada “inversionista”. Si alguien con ese rótulo asegura que quiere invertir en el Paraguay para crear empleo, mándelo al freezer, a él y al attaché que intenta introducirlo. Nadie invierte para gastar y el empleo es un costo de producción. Se invierte para obtener renta que distribuir entre sus asociados en el emprendimiento. Lo demás es verso para los simples que creen en discursos marketineros.
El primer anillo está para absorber impactos que no deben llegar al Presidente de la República. Una foto con el Presidente puede otorgar al aventurero credenciales muy eficaces a la hora de enredar, engañar y hacer creer a incautos que él posee vínculos e influencias de muy alto nivel. ¿Es necesario tener que remarcar cosas tan elementales como éstas?
Ser asesor directo de un presidente no es para cualquiera. Requiere personalidad, formación y carácter para saber decir nó a su asesorado. Si no, es un “cuate” más para la ronda de tereré comentando el partido de la semana.