Hace exactamente tres años, un profesor de periodismo uruguayo anunciaba su rendición incondicional ante el asedio digital. “Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Tiro la toalla” dijo en una carta muy comentada, rápidamente viralizada para emplear el neologismo del momento. Otro párrafo de su acta de rendición decía: “Hasta hace tres o cuatro años, la exhortación a dejar el teléfono de lado durante 90 minutos todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo ofensivo e hiriente que es lo que hacen”.
Exigirle a un nativo digital que haga a un lado su Smartphone es como pedirle que deje de respirar o que corte su flujo sanguíneo. Para un nativo digital, el móvil y las redes sociales son parte de su organismo, una extensión de su sistema nervioso, un disco externo para su cerebro en red. Eso de vivir on line, recibiendo en tiempo real una incesante catarata de mensajes, datos, música o videoconversaciones es la forma de vida del nativo digital. Él no lo hace para molestar al profesor o para aislarse de los demás. Simplemente, en esa intrincada telaraña virtual transcurre su vida. Para algunos es pasatiempo, evasión… pero para otros es el medioambiente en el que resuelven sus relaciones, su trabajo y sus obligaciones.
Entre estudiante y profesor siempre ha habido una brecha generacional que algunos educadores han sabido zanjar con paciencia y vocación. Es cierto, hoy puede ser un muro electrónico el que separa ambos mundos y por eso son otros los métodos que se necesitan para acercarlos.
Decíamos en nuestro editorial de ayer que los 4 millones de paraguayos nativos digitales necesitarán nuevos liderazgos para encajar de lleno en una sociedad cruzada en todas direcciones por las tecnologías de la información y la comunicación, líderes que piensen en digital o que estén aprendiendo rápidamente a hacerlo. Es un error declararle la guerra al Smartphone o a Google. Ambos pueden ser pasatiempo y evasión, pero también enciclopedias, galerías de arte o centros de investigación on line. Cuestión de elección.
El mundo digital no está pidiendo nuestra rendición incondicional sino nuestra alianza.
Nada más ni nada menos.