Una de las figuras que marco la política de los 90 en nuestro país es Nicanor Duarte Frutos, con sus luces y sus sombras, todavía sigue ocupando cargos públicos, cuando por orden suprema de nuestra carta magna debería de ocupar, solo por dignidad, su silla como senador vitalicia al servicio de la patria y en las demás horas del día cuidar de sus nietos en vez de esconder documentos públicos de una binacional donde debería ser manejada por un técnico que defienda los intereses nacionales y no por un ex presidente que luego de ocupar el máximo cargo publico de todo servidor del estado, paso de embajador de un oscuro presidente a ordenanza de un empresa binacional de un presidente de dudosa chapa democrática. Una pisca de dignidad será que todavía tiene, es la pregunta.
Dícese que la dignidad es la cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden. La definición nos debe llevar a pensar en ciertos comportamientos que hablan por si solos y que rayan más lo indigno y por momentos el darnos cuenta de que el resentimiento social fue el combustible que sigue moviendo a ciertos seres humanos y definitivamente al sujeto de nuestra reflexión de hoy. Nunca el amor ha sido el sentido de su vida, donde entendemos que el amor es el servicio al otro y no a un sequito de serviles a su causa y eso lo dice la planilla de funcionarios de todos los lugares que piso.
Haciendo un poco de historia, para entender ciertas cosas, Nicanor llegó de su natal Coronel Oviedo a Asunción en 1981 con la intención de incorporarse al plantel de relatores de fútbol de Radio Ñandutí, pero al poco tiempo confesó que su pasión era la política y pasó a integrar el plantel periodístico del diario Última Hora, Sin embargo, un día recibió el llamado de Ángel Roberto Seifart quien, lo hizo esperar por horas en su vereda para atenderlo y luego lo invitó a formar parte de la función pública y política del Partido Colorado. En 1991 dejó el periodismo y allí empezó su ascenso exponencial. Con González Macchi en el poder, Nicanor inicia su segunda etapa como ministro de Educación, desde marzo del 99. Al asumir el cargo presenta por primera vez una declaración jurada de bienes, de lo que se tiene registro en la Contraloría General de la República (CGR). En abril de 1999, en su declaración jurada mencionó que tenía un activo de G. 780 millones, un pasivo de G. 7 millones y un patrimonio neto de G. 773 millones.
Al final de su mandato, el 28 de agosto del 2008 volvió a presentar una declaración de bienes con un gran ascenso, con un total de activos de G. 3.106 millones, un pasivo de G. 376 millones y un patrimonio neto de G. 2.729 millones. En octubre del 2013 el presidente Horacio Cartes designó al “Mariscal de la Derrota” como embajador paraguayo ante la Argentina. Sin embargo, las diferencias con el ex presidente obligaron a la salida del cargo de embajador en febrero del 2016, y dos meses después volvió a informar sobre su patrimonio, con un total de activos de G. 15.154 millones, un pasivo de G. 7.364 millones y un patrimonio neto de G. 7.789 millones.
Tras su salida de la Embajada paraguaya, Este se volvió un crítico a las políticas del gobierno de Cartes y como premio Mario Abdo Benítez, tras su asunción lo designó como director paraguayo de la Entidad Binacional Yacyretá, cargo que sigue ocupando con un salario de más de 90 millones de guaraníes y la desfachatez de no querer ser transparentes con los gastos sociales.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, Perurimá es uno de los personajes más festejados de nuestro folklore y alrededor de él se han creado innumerables situaciones anecdóticas y aventuras nacidas de la imaginación del pueblo. El objetivo final de este personaje es conseguir dinero sin mayor esfuerzo. En su gran mayoría, este personaje los tienen como víctima de su picardía e ingenio a los ingenios habitantes de los pueblos por los que pasa.