“¿Qué hacés, hermosa?”, “¿Por qué tan agresiva, si solo te quiero conocer un poco más?”, estos y otros mensajes forman parte de una seguidilla de comunicaciones pasivo-agresivas que mantienen ciertos hombres, hostigando incluso a las mujeres con imágenes inapropiadas y una constante insistencia.
Al tratarse de algo “inocente”, automáticamente se minimiza el impacto que puede causar un mensaje no solicitado, reiterativo y lo que hoy se conoce como “intenso”. Sin embargo, no se trata de algo sin importancia, ya que el acoso no solo imposibilita tu uso de redes sociales, sino también tu libertad de expresión en las mismas.
De acuerdo a una investigación de la ONG Tedic, de las 43 mujeres que participaron de un grupo de discusión desarrollado por la institución, ninguna sabía que la ley 5777/16 en su artículo 6, inciso “l”, incluye la violencia telemática, siendo la misma una herramienta legal para defenderlas de la violencia digital en nuestro país.
Vivimos en una sociedad que culpabiliza constantemente al género femenino. Por ejemplo, si las mujeres o las adolescentes ejercen sus derechos sexuales y reproductivos enviando una foto sexy a su interés amoroso, al filtrarse la imagen, la culpa recae sobre ellas en lugar de la persona que incurrió en ese delito.
EFECTOS DE LA VIOLENCIA TELEMÁTICA
Maricarmen Sequera, co-fundadora de Tedic, indicó que las mujeres tienden a autocensurarse en las redes sociales, realizando publicaciones preestablecidas por la propia sociedad, que van desde imágenes más recatadas y poco provocadoras, hasta publicaciones que no se relacionan con su posicionamiento sociopolítico.
La investigación informó que, luego de opinar y mantener una línea política, las mujeres sufren una escalada de acoso y amenazas, especialmente cuando el hostigamiento pasa del Twitter al WhatsApp o mensajes privados en Facebook.
“Durante nuestros estudios, las mujeres no identificaban todos esos hostigamientos como una forma de violencia, pues tienen esas acciones muy normalizadas y aceptadas en su día a día”, explicó Maricarmen.
La investigación se centró en entrevistas a profundidad realizadas a periodistas, políticas, candidatas a la Concejalía o Intendencia, etc. y en la muestra aleatoria se estudió a mujeres rurales y urbanas.
“Ni siquiera estas mujeres empoderadas identifican la violencia en Internet porque constantemente minimizan el acoso, lo toleran y lo normalizan”, manifestó la profesional.
La mayoría piensa que una agresión solo puede darse de manera física y en una relación sexo afectiva, por eso a muchas les cuesta reconocer el hostigamiento virtual. La violencia en las redes es una realidad, y minimizarla solo hace que la misma siga creciendo hasta silenciar a las mujeres aquejadas por la misma.
LA VIOLENCIA QUE INVISIBILIZA
“Cuando hablamos de tipos de violencia nos referimos a situaciones de desigualdad; en este caso el acceso estructural a la tecnología por parte de las mujeres, que es muy diferente al de los varones”, aclaró la co-fundadora de Tedic.
En este sentido, la violencia se traslada de lo físico a la vida virtual, constituyéndose una constante agresión normalizada. Según Sequera, quien debe velar por la protección de una persona que sufre de violencia no es la propia víctima, sino el Estado, así como garantizar el bienestar de todos en los espacios en que se desenvuelven, reivindicando sus derechos.
“Aparte de que el Estado no lleve a cabo políticas específicas para la población, la propia sociedad se excluye de las reglamentaciones que generen ciberseguridad”, concluyó Sequera, haciendo alusión a la necesidad de visualizar e identificar la violencia virtual.