La marcha campesina siempre es noticia hacia finales de marzo. Desde hace muchos años vienen pidiendo un montón de cosas que, finalmente, terminan en una cuestión simbólica para recordar a los citadinos que debe existir una agenda para con ellos.
Esta ha sido una muy buena oportunidad desperdiciada para recuperar la fuerza de la economía familiar campesina y hacer que vuelvan a ser agricultores, gente que sepa cómo labrar la tierra y cómo ese producto tan deseado, tan ambicionado en estos tiempos de pandemia, podría haber tenido un valor muy superior, no solamente en precio sino también en la propia valoración de los cultivadores. Van a pedir una serie de cuestiones que son de muy difícil realización, más todavía, para un gobierno mediocre como el que tenemos.
Finalmente, lo que más temen los políticos en el poder, no es tanto lo que reclaman sino la manera como lo hacen y la posibilidad de desatar una tormenta que acabe con un gobierno en el cargo, como había acontecido con Raúl Cubas hacia 1999.
Ese es el mayor temor que tienen a las marchas campesinas, no le temen ni al número ni a los reclamos, porque siempre encuentran un mecanismo para disuadirlos y para dejar sin efecto a esos reclamos hasta el siguiente año.
