Bruno Vaccotti – Generación I
@peztresojos – Emprendedor y Comunicador Social
Nadie lo puede negar, desde el momento en que nacemos, empieza nuestro camino hacia la muerte. No existe ser humano que pueda escapar de ella ni de los llamadores de telefónicas ofreciendo portabilidad. Durante los primeros 100 días de pandemia, mostramos orgullosos los números vinculados a contagios en nuestro país. Esa realidad de orgullo fue siendo opacada las últimas semanas, donde nuestros números se dispararon de manera abrumadora, con la suma de que nuestro sistema sanitario no cumplió con su promesa de prepararse para la pandemia.
Ya tenemos casos de personas que tuvieron que viajar cientos de kilómetros, otras que tuvieron que entrar en lista de espera para conseguir una cama de terapia intensiva y otros desmanes que hacen que el ánimo de la población en general se encuentre a la altura del piso. Tardamos casi 100 días en tener 1000 casos, ahora sumamos 1000 cada 3 días aproximadamente, donde la gente tiene dos grandes temores: Enfermarse y volver a cuarentena total.
Pareciera que este pico nos agarra en diferido, en un momento donde el sentimiento general está posicionado en que el país no puede volver a parar, aunque este es precisamente el momento donde deberíamos parar.
¿De qué manera podemos parar sin parar? Con algo casi mítico, que vulgarmente llamamos sentido común, aunque pareciera ser que se trata de un sentido exótico.
El camino para intentar controlar esta situación va de la mano con el respeto a los protocolos, a la higienización adecuada, a usar tapabocas, a evitar las reuniones sociales de manera estricta. Nadie se murió por no ver a sus amigos o familiares por un tiempo, pero si podemos morir por verlos en este momento y sin respetar los protocolos sanitarios. Ya volverá el tiempo de abrazar, compartir y disfrutar. Ahora nos toca cuidarnos y trabajar por la reactivación del país, donde todos jugamos un rol fundamental en lo que respecta a nuestra salud y a la de los demás.